Hay grupos que te hacen sentir joven una vez más. Esa es la magia de las giras de reunión, saber que de ninguna manera el grupo te fallará y presentará un set alrededor de sus éxitos, el caso de la noche del 9 de abril no fue la excepción, fui trasladada a ese instante en que estaba hecha de Stone Roses y muchas cosas de Manchester.
Cuando partes con Stoned Love de The Supremes (su canción de entrada de siempre) sabes que no hay forma de no quedar petrificado por un segundo y extasiado por los siguientes 100 minutos. Sonríes, bailas y recuerdas porqué te gustaba tanto esa banda, fue un verdadero ataque de nostalgia, si fuera interpretado por Pulp, Jarvis Cocker seguramente diría que se trata del concierto que te hace sentir tu edad, pero en el buen sentido, ese en que al cerrar en el audio local con Redemption Song de Bob Marley es absolutamente atinado.
Unos 16 años después de su separación, The Stone Roses apareció por primera vez en México con una reunión, llegaron desafortunadamente con poca audiencia, siendo trasladados del Palacio de los Deportes a otro foro de acústica terrible como el Pepsi Center WTC, pero afortunadamente eso significó poder estar a no más de cinco metros del grupo y disfrutar de una vista impecable, no libre de teléfonos celulares, pero si con un público más educado y respetuoso, han tardado, pero finalmente empiezan a entender que los de atrás también son personas con ojos capaces de ver la realidad fuera de sus pantallitas.
A lo largo de 15 canciones el estatus ruidoso de la banda se mantuvo, llevándonos por largos pasajes distorsionados que nos recordaron a Ian Brown como uno de esos vocalistas que no saben que hacer si no cantan y terminan bailando de una forma extraña o algo parecido a la conga del King Monkey, que el público tomó con gracia y celebró con un "he-he-he" y agradeció aún más cuando al terminar la última canción decidió regalar todo lo que tenía a la mano, desde el setlist de cada músico y flores hasta bufandas y una de sus sandalias.
Partiendo del mensaje I Wanna Be Adored y llegando hasta el final de I Am The Resurrection (otro mensaje claro), nos encontramos con los Stone Roses como esa leyenda del britpop, enfocada como muchos de sus generación en la música como espectáculo y no en el efectismo que elimina parte de la experiencia con el grupo, cerca de un Brown que ya canta poco pero sabe cuando salir de la escena para que la comunicación telepática entre el bajista Gary ‘Mani’ Mounfield y el baterista Alan ‘Reni’ Wren se exhiba. De mano del guitarrista John Squire no tuvimos problema en que Fools Gold se extendiera por horas, un track con el que notamos que los años de incomunicación no erosionaron la base rítmica del grupo, la conexión que básicamente construyó a los Stone Roses.
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