Criaturas iridiscentes y rocas cubiertas de plantas viscosas, simplemente extrañas por su propia naturaleza, apenas semejantes a algo que tenemos en la tierra. Cada cámara que se ha sumergido en el mar ha logrado convertirse en un poema de imágenes abstractas cautivantes. Cuando Jacques-Yves Cousteau nos subió abordo del Calypso en su película Le Monde du Silence en 1956, tenía esa idea en mente, mostrarnos un mundo de vida más sorprendente y fascinante que cualquier cosa que la imaginación podía conjurar.
Más de 50 años después, la visión cambia, se vuelve desordenada e impredecible como la vida, transforma al documental en algo abierto, intenso y con cierto sentido macabro del humor al llevarnos hasta un entorno nocturno, aislado y salpicado de sangre, con escenas de absoluta realidad de la masacre en masa de peces y mariscos. Sin duda hay algo infernal sobre Leviathan, un barco más cercano al Pequod de Moby Dick o Pilar, el desafortunado bote pesquero de El Viejo y el Mar.
En éste documental se enfatiza la brutalidad de la pesca opuesta al romanticismo, la intención de los directores Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel es capturarnos dentro de un barco, transmitirnos el bamboleo y los movimientos de sus tripulantes, sin embargo la mayoría de las veces tenemos la impresión de ser un pecado boqueando después de ser arrojado a la cubierta, observando desde el ras del suelo a los hombres con impermeables que se mueven sobre nosotros con baldes y cuchillos.
En Leviathan, todo lo que inicialmente parece una serie de abstracciones cautivantes, poco a poco cobra forma, las imágenes son temporales y de ensueño al mismo tiempo que sugestivas y devastadoras. Dentro de éste barco al norte del Atlántico la imaginación se detiene, las cuerdas y redes parecen monstruos ondulantes, las bandadas de gaviotas se arrojan sobre nosotros, los humanos balbucean entre una incesante lluvia y la sangre no escurre, sino se acumula en las superficies.
Los directores Castaing-Taylor y Paravel se alejan de los espacios amplios y los reducen, incluso cuando deciden mostrarnos el panorama alrededor de Liviathan nos descubrimos saltando de forma inclemente entre la superficie y un grupo de mantarrayas dentro del mar, cruzando un cielo de estrellas marinas que después descubrimos destrozadas dentro de una red con almejas o en medio de la noche más oscura observando las luces de un barco lejano, toman los detalles y los ritmos de la vida y la muerte en el mar sin ideas o prejuicios.
El documental sobre la pesca comercial tiene diálogos incidentales, que no alcanzamos a escuchar más que como un eco lejano debido al continuo ruido del motor de barco, una ensordecedora banda sonora que ocasionalmente se combina con agua burbujeante, cadenas chocando y borrosos rostros humanos. Leviathan, con sus 90 minutos de viento, agua, maquinarias chirriantes y continua agonía a mano de cuchillos y garfios, extiende a ambos lados los límites entre el arte visual, documental y la antropología, con pasajes cautivadores y desorientadores, en los que lentamente resulta difícil distinguir entre lo pequeño, lo natural o lo mecánico.
Efectivamente, Leaviathan utiliza imágenes poco convencionales, libres de la limpieza mostrada en cualquier filme sobre el mar o la pesca extrema, más cercanas al periodismo documental, aquel comprometido por sobre todas las cosas con captar de forma cruda y directa los hechos, aunque al acercarnos tanto a Leviathan la historia se convierte en una experiencia sensorial de alto impacto sobre una industria en extinción que no admite sentimentalismos.
Leviathan (2012)
Directores: Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel
Guión: Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel
Producción: Laboratorio Etnográfico Sensorial de la Universidad de Harvard
Duración: 87 minutos
Publicado originalmente en www.filmemagazine.mx
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