La Conjura de los Necios
Tiene un problema para cada solución... eso es lo que me hace pensar en todo momento Ignatius J. Reilly, el personaje que no sólo es la conjura de los necios en persona, también es un genio del lenguaje que a pesar de lo mucho que me saca de quicio no me suelta y me obliga a seguir leyendo ávidamente el libro de John Kennedy Toole. Si, las anécdotas son sumamente hilarantes (lo que me hace detestarlo por momentos), pero lo interesante es como todo se entreteje alrededor de la gran humanidad de Ignatius y la forma en que su odiado trabajo, su nostalgia por el medievo y los cientos de las cuartillas escritas tiradas en su habitación revelan el alma humana... tal vez por eso no he terminado el libro, porque cada 200 palabras me desquicia ese maldito espejo del absurdo.
La Discusión
El derecho de Pink Floyd a exigir a EMI que no venda sus canciones como sencillos, sino como partes esenciales de un álbum, como fragmentos de un concepto redondo que no puede dividirse en favor de mayores ventas. Tal vez como persona que pasó su adolescencia escuchando Animals, Atom Heart Mother y Dark Side of The Moon sin pausas intermedias lo puedo comprender y defender... pero ya no lo voy a discutir, esa plática posterior a la comida me causó dolor de cabeza.
Tweeteratura
Sigo discutiendo sobre tweetbooks, tal vez los ánimos se alarman más desde que en una madrugada llena de cebada anuncié que el papel iba a morir... ok, ok, tal vez hace tres años me puse algo radical, pero verdaderamente no me molesta la idea de que en 140 caracteres y una tonelada de episodios se intente mostrar un libro, menos me incomoda leer a través de una pantalla (razón por la que mi Palm de agenda fue ascendida a incansable compañía literaria hace 3 años, aunque ya quiero un Kindle), incluso ya no critico tanto los libros de superación personal (siempre y cuando no me los regalen) por una simple razón: las hojas, páginas, forros y solapas no hacen a un libro, son las palabras las que lo crean, no importa en que presentación lleguen, siempre y cuando lleguen.
Entre los oídos
Aunque me dio una verdadera fiebre y le di vueltas a los tres discos de The Bees como enajenada, el disco que me sorprendió enormemente ésta semana y desplazó todo en mi reproductor fue Clinging to a Scheme de The Radio Dept., una banda que siempre me ha gustado porque su música atonta todas las bestias en mi mente y porque su existencia es sumamente punkindie, ellos tienen que hacer todo (camisetas, relaciones públicas, imprimir discos, hacer canciones) sino no funcionan. Ya fuera de mis razones personales, el disco es increíblemente bueno, de pop ruidosito de ensueño que crea paisajes sonoros que te hacen olvidar todas tus preocupaciones (bien, ya volvimos a la razón personal). Sólo denle unas vueltas al disco para sentirlo y aprendan la frase “la gente ve el rock and roll como cultura juvenil, pero cuando la cultura juvenil es monopolizada por los grandes empresarios ¿qué pueden hacer los jóvenes? ¿Tienes alguna idea?”
Tender
No me sacó de la cabeza la canción por culpa del documental No Distance Left To Run, me obligó a liberar una lagrimita britpopera y eso que no soy gran seguidora de Blur (siempre se me hizo más interesante Pulp), pero la gran introspección del documental y los saltos entre la reunión y el material de archivo me llevaron a una certeza: si me gusta Blur.
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