Sin Fin, Sin Nombre


En The Wild One (1953) un personaje le pregunta a Johnny Strabler (Marlon Brando) “¿Contra qué te rebelas?”, la respuesta se volvió el clásico “¿qué ofreces?” y, según los recuerdos de mi papá, fue uno de los detonadores para que la audiencia destrozara el cine, una escena que se repitió años después en otro cine del D.F. en Jailhouse Rock (1957).

Ambas explosiones parecían una respuesta a una época, al nacimiento de ese género que en sí mismo implica subversión y sexo, sin embargo varias décadas después la rebelión y el llamado a arrancar sillas en un cine ya no parecía tan espectacular. Nos llamaban Generación X.


¿Contra qué nos rebelábamos? No estoy segura, lo cierto es que no nos importaba. Estábamos contentos con el descontento, nos deleitábamos en nuestra propia actitud indiferente, tal vez el producto de ser la primera generación en presenciar, con cámaras de visión nocturna, la primera guerra televisada: la Guerra del Golfo.

Entonces, ¿qué estaba tan mal con la Generación X? Columnas de periódicos, artículos de revistas e incluso libros enteros se dedicaron a responder esa pregunta en la década de 1990, por lo general concluían que éramos apáticos, apolíticos y proclamábamos la muerte. Las bandas parecían representar eso, los sentimientos de alienación y la angustia, sobre todo las letras de Kurt Cobain, que eran tan sesgadas la mayor parte del tiempo que podían significar todo lo que queríamos.

Éramos una generación con un grado de entusiasmo menor a cero. Estábamos en un encogimiento de hombros colectivo que se escuchaba en todo el mundo, no sólo en Seattle y, por supuesto, no sólo estaba presente en Smells Like Teen Spirit o Come As You Are. En todo caso, Lithium y su extraña continuación experimental Endless, Nameless (el track oculto detrás de Something In The Way) parecían nuestros momentos desastrosamente brillantes, eran canciones destrozadas en una cámara de tortura que capturaban perversamente todo en alta fidelidad.

Endless, Nameless demostró ser, tanto en la grabación como en la inclusión en el álbum, una idea de último momento, rara, con el objetivo de abofetear desde el interior de la depresión a aquellos dispuestos a cavar más allá de la superficialidad. Un jam destructivo, peligroso y fascinante, una canción secreta que no tenía algo remotamente parecido a una melodía, pero que hasta la fecha me sigue pareciendo la voz sin fin y sin nombre de una generación que realmente decía Nevermind.



Publicado a finales del 2011 en La Pirateca como parte de un especial realizado por diversos escritores con motivo del 20 aniversario de Nevermind.

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