Aunque la publicidad lenticular está bastante lejos de lo que describe Neal Stephenson en The Diamond Age: Or, A Young Lady's Illustrated Primer, no pude sacarme de la cabeza la invasión visual, aunque en el caso de la campaña de Nike no sólo era tolerable sino admirable, al menos a mi me gustaba contemplar las imágenes que me encontraba en las estaciones del metro Polanco y Tacuba.
Mientras tanto, les dejo dos extractos de La Era del Diamante donde el escritor de la revista Wired habla sobre publicidad en términos futuristas, muy cyberpunk.
"Los hackers de las grandes compañías mediáticas habían encontrado una forma de traspasar las defensas de esos sistemas y poner anuncios en la visión periférica (incluso en el medio) todo el tiempo; incluso cuando cerrabas los ojos. Bud conocía un tipo que de alguna forma había sido infectado por un meme que ponía anuncios de moteles de mala muerte, en hindi, superpuestos a la esquina inferior derecha del campo visual, veinticuatro horas al día, hasta que el tipo se mató".
"Los mensajes en los anuncios los seguían como lobos hambrientos, asegurándose de que entendiesen que si usaban ciertos ractivos o tomaban ciertas drogas, podían confiar en mantener relaciones sexuales con ciertas personas jóvenes de una perfección poco realista. Algunos anuncios eran más elementales y vendían directamente sexo. Los mediatrones en aquella calle eran excepcionalmente grandes porque estaban diseñados para verse desde las tierras, acantilados, terrazas y patios de Nueva Atlantis, a kilómetros de distancia.
La exposición continua a ese tipo de anuncios producía cansancio mediatrónico en la audiencia. En lugar de desconectarlos y dejar en paz a la gente de vez en cuando, los propietarios se habían embarcado en una especie de carrera de armamento, intentando descubrir la imagen mágica que haría que la gente ignorase los otros anuncios y se fijase exclusivamente en los suyos. El paso evidente de hacer los mediatrones más grandes que los otros se había llevado al extremo. Algún tiempo atrás el tema del contenido se había fijado: tetas, ruedas y explosiones parecía lo único que llamaba la atención de los grupos de receptores profundamente distraídos aunque, de vez en cuando, jugaban la carta de la yuxtaposición y ponían algo incongruente, como una escena natural y un hombre con un jersey negro de cuello alto leyendo poesía. Cuando todos los mediatrones tenían treinta metros de alto y estaban repletos de tetas, la única estrategia competitiva que no se había llevado al límite eran los trucos técnicos: dolorosas luces brillantes, saltos, y fantasmas tridimensionales simulados que fingían asaltar a los espectadores que parecían no prestar la suficiente atención.".
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