La palabra "antro" en los 80 definía lo que buscaba el oído, en tiempos en los que no había tanto, salirte de cualquier línea de Siempre en Domingo ya tenía su carácter contracultural, ese México existía de boca en boca y detrás de puertas sin nombre, de esos espacios surgieron movimientos culturales, el culto a la música y por supuesto a la fiesta que no requería una pista de bloques iluminados o una coreografía coordinada por el éxito de moda impuesto por las estaciones de radio.
No puedo contarles mucho de las noches de la década de los 80, básicamente porqué me tocó disfrutar su herencia en los 90 bajo el yugo de los cadeneros tipo Vin Diesel, las noches de mujeres gratis y las barras libres que produjeron algunos huecos en la memoria colectiva, sin embargo cada vez que me toca hablar con alguien que me lleva unos 10 o 15 años menciona al "Tutti", el lugar que formó a una generación de darketos y punketos de una ciudad que ya se había olvidado de los palacios y estaba por conocer las restricciones del No Circula.
Justo hace unos tres o cuatro años se empezó a mencionar continuamente la vida nocturna de los 80, incluso nos acostumbramos a escuchar las mismas voces y el mismo relato que hasta parecía demasiado pulido por el ego, pero se aclaró un poco la memoria cuando apareció el libro de Guillermo Osorno titulado 'Tengo que morir todas las noches: Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay', sin embargo gracias al proyecto de Laura Ponte otros tres días a la semana cobrarán mayor importancia por la cantidad de voces involucradas.
Del Apache 14 de San Angel Inn al Apache 14 del Politécnico está de por medio el Tutti Frutti, si pudiera compararlo con algo de la actualidad, pensaría inmediatamente en el Centro de Salud y el UTA Bar, incluso un poco del Multiforo Alicia, pero aún así les debo mucho a la imaginación, por esa razón en cuanto tuve la oportunidad de hablar con la directora de 'El Templo del Underground' para el podcast de #SonicArsenal, la entrevista se basó en sensaciones, las posibilidades de refrescar la memoria de una generación y tratar de reproducir una época con acceso a muy poco material audiovisual.
Laura Ponte inició este proyecto hace más de dos años, aunque la imagen del Tutti Frutti empezó a rondarla muchos años antes, no a través de la nostalgia, sino como el espacio donde una generación empezó a saltarse el cerco cultural para crear sus propias dinámicas en grupos lejos del hoyo funky, abriendo galerías y películas. La búsqueda de esta historia la llevó a notar que la generación posterior a 1968 no solo tomo las calles en 1985 para ayudar a las víctimas del sismo del Distrito Federal, también realizó una revolución que asentó gran parte de lo que disfrutamos culturalmente en la actualidad.
El proyecto 'Tutti Frutti: El templo del underground' empezó a reunir memorias análogas a través de aparadores digitales, primero un grupo de Facebook y después en medios online (incluso pasaron por la anterior versión de Sonic Arsenal), en el Registro de esta quincena Laura Ponte nos actualiza y nos brinda de primera mano los detalles de la producción y las razones por las que debemos poner más atención a lo que ocurrió en los 80 más allá de la luces de neón, la repetición de una misma canción o una sola historia.
El proyecto 'Tutti Frutti: El templo del underground' empezó a reunir memorias análogas a través de aparadores digitales, primero un grupo de Facebook y después en medios online (incluso pasaron por la anterior versión de Sonic Arsenal), en el Registro de esta quincena Laura Ponte nos actualiza y nos brinda de primera mano los detalles de la producción y las razones por las que debemos poner más atención a lo que ocurrió en los 80 más allá de la luces de neón, la repetición de una misma canción o una sola historia.
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