La vida según Keith Richards

Aunque no se me da mucho leer biografías, las insinuaciones provocaron que llegara a mis manos Life de Keith Richards. 500 páginas de un libro que en el primer capítulo me hizo pensar que iba a leer algo parecido a Fear and Loathing in Las Vegas, no me equivoqué. Gran parte de cada capítulo se dedica a explorar las adicciones controladas del guitarrista, el síndrome de abstinencia, la planeación de una gira con base en puntos de adquisición de mercancía y la constante compra de kits de enfermera en algunas jugueterías en Estados Unidos.

Los detalles en Life reafirman que es un error admirar a los músicos como personas más allá de sus creaciones (ahí debería mencionar Scar Tissue, la biografía de Anthony Kiedis), pero Richards da la oportunidad de conocer realmente poco de lo que hizo (algunos detalles de su vida personal) y se concentra más en como vivió el proceso para convertirse en una de las estrellas de rock originales (con toda el aura que eso representa).

Siendo Keith Richards, el hombre que ocupó durante 10 años consecutivos el primer lugar en la lista de músicos que deberían estar muertos debido a su estilo de vida según NME y que perdió su puesto después de los rumores de los cambios de sangre (dato que explica afortunadamente en Life), la realidad es que lo más interesante de Keith Richards es lo que lo convierte en músico y observador que interpreta el mundo a través de la música.

Una de sus explicaciones es el porque la cultura del rock tiene gran impacto en el mundo desde Inglaterra. Si hay una decisión política que posiblemente dio forma al mundo del rock and roll, esa tuvo lugar en 1960 en Gran Bretaña al detener el servicio militar obligatorio. Hasta que lo explica Keith Richards tiene sentido, sobre todo sus consecuencias. Como explica el guitarrista, él ya se había mentalizado a pasar dos años en el ejercito, con eso terminaría su rebeldía de la adolescencia y se vería obligado a transformarse en un adulto. Repentinamente esa opción desapareció, en vez de ir al extranjero y regresar como una persona completamente diferente, se le dieron dos años para hacer lo que quería. ¡Oportunidad, libertad! Como Keith, toda una generación de británicos sintió lo mismo. El resultado fue toda una generación de músicos y artistas haciendo de todo, menos pasar de adolescentes a adultos, tanto así que muchos de ellos siguen en esos dos años otorgados por el gobierno británico.

Otro de los puntos que ocupa mucho espacio en Life es el sonido, la afinación y el encontrarse con una voz propia. Del sonido sucio hasta las posibilidades que brindó la grabadora de cassette como un mini estudio de grabación apto para cualquier hotel barato, Richards explica como se forzaba una guitarra acústica a través de la grabación en cassette, que al otro lado de la bocina surgía como una guitarra eléctrica infernal. Street Fighting Man, Jumpin' Jack Flash y la mitad de Gimme Shelter fueron realizadas de esa manera, con un cassette, un micrófono y otros trucos ya en el estudio de grabación.

Y finalmente, lo que más me ha gustado de Life, fue la descripción de la euforia femenina que les tocó vivir a los Rolling Stones y a los Beatles. Ese fragmento si se los dejo completo, vale la pena la visión de alguien que en cierto momento descubrió que eran más los gritos que el interés en la banda.

“By the late '50s, teenagers were a targeted new market, an advertising windup. "Teenager" comes from advertising; it's quite cold-blooded. Calling them teenagers created a whole thing amongst teenagers themselves, a self-consciousness. It created a market not just for clothes and cosmetics, but also for music and literature and everything else; it put that age group in a separate bag. And there was an explosion, a big hatch of pubescents around that time. Beatlemania and Stone mania. These were chicks that were just dying for something else. Four or five skinny blokes provided the outlet, but they would have found it somewhere else.


The power of the teenage females of thirteen, fourteen, fifteen, when they're in a gang, has never left me. They nearly killed me. I was never more in fear for my life than I was from teenage girls. The ones that choked me, tore me to shreds, if you got caught in a frenzied crowd of them--it's hard to express how frightening they could be. You'd rather be in a trench fighting the enemy than to be faced with this unstoppable, killer wave of lust and desire, or whatever it is--it's unknown even to them. The cops are running away, and you're faced with this savagery of unleashed emotions.”

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