Stones In Exile es una historia típica de sexo, drogas, rock and roll. Los Rolling Stones no inventaron la formula, pero la vivieron como ninguna banda cuando los recolectores de impuestos de Inglaterra exigieron más dinero de Mick Jagger y Keith Richards — sin mencionar sus compañeros Charlie Watts, Bill Wyman y Mick Taylor — los Rolling Stones recurrieron al autoexilio para no preocuparse por esos detalles monetarios, aterrizaron en el Sur de Francia y cuando no lograron encontrar un estudio adecuado para grabar su décimo álbum en la Riviera francesa, se instalaron en el sótano de Villa Nellcôte, una mansión de 16 habitaciones rentada por Richards que en algún momento fue centro de operaciones de la Gestapo.
Como muestra el documental de Stephen Kijak, convirtieron el sótano en un cuarto de ensayos y montaron un estudio en una van, mientras acompañantes, amigos, familiares, músicos y otros exóticos personajes (incluyendo varios traficantes de drogas) se mudaron al mismo espacio. En esos seis meses intercambiaron parejas, ingirieron todas las drogas disponibles en esa época, provocaron incendios y se enloquecieron los unos a los otros mientras concebían uno de los mejores discos de todos los tiempos.
La creación de Exile on Main St, como muchos capítulos del inicio de la historia de los Rolling Stones, está envuelto en el mito y se desdibuja por la evidencia anecdótica en conflicto. Sorprendentemente, considerando la cantidad de sustancias ilegales que ingerían en ese tiempo, se muestra bastante coherente.
Las imágenes son extraordinarias, no sólo porque Stones In Exile incluye entrevistas con los cinco integrantes de los Stones en la actualidad y por las declaraciones de fanáticos sumamente conocidos como Benicio Del Toro, Caleb Followill de Kings Of Leon, Martin Scorsese, Don Was y Jack White, sino por la inclusión de 10 minutos de una poco conocida película underground que no pudo ser lanzada a principios de los 70s llamada Cocksucker Blues, filmada en 1971 en la época de Exile on Main St y mostraba material tan crudo y explícito que sólo unos cuantos han logrado verla. El documental también cuenta con 20 minutos de otro filme lanzado pero que pocos vieron llamado Ladies and Gentlemen, The Rolling Stones, inaccesible desde 1974.
Con base en esos tres fragmentos de varias épocas, el documental se muestra tímido respecto al abuso de drogas, porque aunque el caos alrededor fue vital en esa época, el retrato que creó Kijak se centra en la explosión creativa surgida de ese desorden. El director logra un ambiente increíblemente vívido gracias a su acceso a imágenes de archivo, películas caseras, una gran cantidad de imágenes fijas (el tremendo historial fotográfico del francés Dominique Tarle, que llegó a tomar algunas fotos y se quedó en la fiesta durante largo tiempo) y tomas directas de las sesiones de ensayo.
Con todo eso Stones In Exile te transmite el intenso calor de ese oscuro sótano, donde el grupo no sabe como iniciar, los músicos esperan en la algarabía cada iluminación de Richards, Bill Wyman es arrinconado en un sólo espacio mientras sus amplificadores descansan en el pasillo, Jimmy Miller corre del estudio móvil al sótano para recibir instrucciones y todos los criminales locales rondando Villa Nellcôte. Salimos del caos en la villa y los alcanzamos el final de la grabación del disco en los estudios Sunset Sound en Los Angeles con Jagger escribiendo letras en los últimos minutos al estilo cut-up de William Burroughs y robando unos últimos toques de Memphis para definir el sonido final de Exile On Main St.
Si, atisbamos las mesas llenas de drogas y alcohol, vemos circular muchas mujeres al fondo, pero la mayoría del documental trata de Keith Richards tocando algo 20 veces, “marinándolo y tocándolo una y otra vez”, el comportamiento enloquecido y obsesivo nos lleva a eso, a la pieza maestra de música que ha sido revaluada y es considerada como el mejor disco de Rolling Stones.
Como muestra el documental de Stephen Kijak, convirtieron el sótano en un cuarto de ensayos y montaron un estudio en una van, mientras acompañantes, amigos, familiares, músicos y otros exóticos personajes (incluyendo varios traficantes de drogas) se mudaron al mismo espacio. En esos seis meses intercambiaron parejas, ingirieron todas las drogas disponibles en esa época, provocaron incendios y se enloquecieron los unos a los otros mientras concebían uno de los mejores discos de todos los tiempos.
La creación de Exile on Main St, como muchos capítulos del inicio de la historia de los Rolling Stones, está envuelto en el mito y se desdibuja por la evidencia anecdótica en conflicto. Sorprendentemente, considerando la cantidad de sustancias ilegales que ingerían en ese tiempo, se muestra bastante coherente.
Las imágenes son extraordinarias, no sólo porque Stones In Exile incluye entrevistas con los cinco integrantes de los Stones en la actualidad y por las declaraciones de fanáticos sumamente conocidos como Benicio Del Toro, Caleb Followill de Kings Of Leon, Martin Scorsese, Don Was y Jack White, sino por la inclusión de 10 minutos de una poco conocida película underground que no pudo ser lanzada a principios de los 70s llamada Cocksucker Blues, filmada en 1971 en la época de Exile on Main St y mostraba material tan crudo y explícito que sólo unos cuantos han logrado verla. El documental también cuenta con 20 minutos de otro filme lanzado pero que pocos vieron llamado Ladies and Gentlemen, The Rolling Stones, inaccesible desde 1974.
Con base en esos tres fragmentos de varias épocas, el documental se muestra tímido respecto al abuso de drogas, porque aunque el caos alrededor fue vital en esa época, el retrato que creó Kijak se centra en la explosión creativa surgida de ese desorden. El director logra un ambiente increíblemente vívido gracias a su acceso a imágenes de archivo, películas caseras, una gran cantidad de imágenes fijas (el tremendo historial fotográfico del francés Dominique Tarle, que llegó a tomar algunas fotos y se quedó en la fiesta durante largo tiempo) y tomas directas de las sesiones de ensayo.
Con todo eso Stones In Exile te transmite el intenso calor de ese oscuro sótano, donde el grupo no sabe como iniciar, los músicos esperan en la algarabía cada iluminación de Richards, Bill Wyman es arrinconado en un sólo espacio mientras sus amplificadores descansan en el pasillo, Jimmy Miller corre del estudio móvil al sótano para recibir instrucciones y todos los criminales locales rondando Villa Nellcôte. Salimos del caos en la villa y los alcanzamos el final de la grabación del disco en los estudios Sunset Sound en Los Angeles con Jagger escribiendo letras en los últimos minutos al estilo cut-up de William Burroughs y robando unos últimos toques de Memphis para definir el sonido final de Exile On Main St.
Si, atisbamos las mesas llenas de drogas y alcohol, vemos circular muchas mujeres al fondo, pero la mayoría del documental trata de Keith Richards tocando algo 20 veces, “marinándolo y tocándolo una y otra vez”, el comportamiento enloquecido y obsesivo nos lleva a eso, a la pieza maestra de música que ha sido revaluada y es considerada como el mejor disco de Rolling Stones.
Level 11 por Karina Cabrera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-No Derivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en www.sonicarsenal.blogspot.com.
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