Jump!!

En octubre del 2008 inicié este blog con el único objetivo de matar el tiempo en la abundancia de reposo obligado por prescripción médica, sólo tenía ese objetivo, llenar una de las múltiples unidades de 30 minutos que me hacían sobrellevar sin caer (demasiadas veces) en la depresión, sólo se trataba de escribir para que no se oxidara el músculo creativo y llenar el espacio que dividía entre leer mucho (más de 60 libros en estos dos años), ver montones de series y películas, probar muchas drogas binaurales, convivir con los amigos que gracias a la virtualidad siguieron cerca de mi en medio del encierro involuntario y abollar seriamente el sillón naranja.

Muchas veces (demasiadas la verdad) me sentí más encerrada que en las paredes de mi casa, me sentí metida en una jaulita de carne y huesos que sólo servía para observar el mundo a la distancia, cómo si alguien hubiera puesto pausa a mi vida y el botón de play se hubiera descompuesto... una larga pausa que incluyó la sensación de que la cabeza se me iba a caer y rodaría hasta donde no pudiera alcanzarla, atrofia muscular, montones de desgarres en la espalda, la sensación de que mi columna era como el brazo de una guitarra y se tensaban fuertemente las cuerdas para reventarlas, extremo cansancio, calambres y punzadas en los nervios y hastío, más que nada hastío que provocaba verdaderos dolores mentales que se acostaban pesadamente sobre más dolores depresivos.

Pocas veces toqué ese tema en el blog, porque no me interesaba hacerla de damisela en problemas y porque no necesitaba exorcizar lo que me sucedía, necesitaba no pensar en eso... sin embargo hoy me siento en la obligación de cerrar ese círculo y saltar hacia el otro lado de la ventana de las probabilidades, el lado que gracias a la autorización médica ya puedo conocer para empezar olvidarme de esos dos años, apretar el botón de play, continuar y seguir firme en ese punto que se hizo muy difuso en los meses más tristes, insoportables y llenos de incertidumbre.

La esperada pregunta del ortopedista finalmente surgió, claro después de ponerme a hacer montones de movimientos de calistenia, algunos saltos en un pie y luego en el otro (a pesar de mi increíble miedo a hacerlo), practicar dobleces de extremidades para hacerme sentir un pretzel humano y los golpes de terminales nerviosas que por algunas razón siempre me hicieron pensar en el famoso spoonman de Seattle (y de Soundgarden también), la pregunta finalmente surgió y se volvió una afirmación: “ya te podemos dar de alta”.

Así que me despido de las terapias, los médicos, las radiografías, las pastillas que si no te quitan el dolor pueden provocarte otros 30 efectos secundarios (incluidos ataques psicóticos, falla renal y otras maravillas que daban pánico), los pasos lentos, el rígido soporte sacro lumbar, las miradas de tristeza en familiares y amigos, los ojos hundidos en cansancio y las frases de “échale ganitas” (disculpe usted si vio muchas veces mis ojos en blanco cuando me decía esa frase), aunque debo quedarme con la certeza de los ejercicios (hora y media diaria) y un montón de nuevos hábitos que ya me hicieron la policía de la columna.

En cuanto escuché las palabras que más deseaba recibir este año apareció un soundtrack de victoria inesperado... surgió el teclado de Eddie mientras esperaba mi alta, desde entonces mi mente canta sin descanso Jump de Van Halen, un giro gracioso de mi mente que también ha arrojado Jump Around de House of Pain, If I Ever Feel Better de Phoenix, Run Run de Those Dancing Days y de forma más o menos constante Violently Happy de Björk

Una persona que me acompañó virtual y en persona en todo ese tiempo insistía en El Lado Oscuro del Corazón y me pedía que aprendiera a volar, ¿pero quién quiere volar?, incluso sobre la metáfora no me interesa (ni cuando escuchaba tanto a Pink Floyd me dieron ganas de volar), lo único que me interesa en este momento es poder brincar, trotar, escuchar nuevamente el atronador silencio en la mente mientras la cadencia de los pasos, la respiración y el corazón dominan todo en la carrera sobre el tezontle, a eso aspiro. No se hacia donde me dirijo, pero no importa, ya estoy en movimiento.

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