Los gruesos sobres de cartón permitieron la impresión de adornos, iconos e información sobre el contenido, aunque todavía de una forma rudimentaria, con impresiones a una sola tinta consistentes en ilustraciones y adornos estilizados.
La idea sin duda fue bastante atractiva en su tiempo, solo basta decir que uno de los primeros intentos de Alex Steinweiss, un álbum de “éxitos” de Beethoven, incrementó sus ventas en un 800 por ciento, provocando que el arte de las portadas no tardara en convertirse en una norma para cualquier álbum.
Cualquiera que se haya sentado a escudriñar la portada de un disco hasta el cansancio o se haya obsesionado con la funda de su álbum favorito, tiene que agradecerle a Alex Steinweiss la experiencia.
Steinweiss abrió la puerta para incontables diseñadores e ilustradores para que, después de él, nos mostraran la música mucho antes de que lográramos traspasar el celofán, en un sólo paso logró que las imágenes bailaran y que los patrones realmente cantaran.
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