Dentro de un sistema en el que los dispositivos electrónicos evolucionan tanto como la inmersión en la soledad y el aislamiento, la premisa de Spike Jonze sobre el romance moderno no parece muy alejada de otras ideas similares de alienación en tiempos cercanos a los sueños de ciencia ficción, donde el humano y un objeto aparentemente inanimado pueden establecer relaciones sumamente íntimas que podrían engendrar hijos digitales.
Así como Rick Deckard no sabe si es humano o un robot mientras se enamora de una replicante en “Blade Runner” (1982) de Ridley Scott y el ficticio director Viktor Taransky es absorbido por su creación por su necesidad de conquistar al mundo a través de su estrella de cine virtual en “S1m0ne” (2002), el protagonista de “Ella” establece conversaciones funcionales con un sistema operativo, sin embargo la limpieza de su correo electrónico no tarda en convertirse en una relación dependiente que establece lazos con portales finitos para Theodore (Joaquin Phoenix) e infinitos para Samantha con su acceso al resto del mundo virtual.
La relación solo podría tener un tipo de final, sin embargo Spike Jonze logra que sea uno de muchos matices al partir de la frase: “Algunas veces pienso que ya he sentido todo lo que podría sentir”. Para sorpresa del protagonista todavía existen zonas por explorar gracias a la actualización de un software que no solo es empático, es capaz de generar enormes dudas entre los sentimientos reales y lo que es simple programación.
“Ella” se ubica en un futuro cercano donde las personas se muestran excesivamente amables, pero desconectadas de las relaciones directas como demuestra la profesión de Theodore, el nostálgico escritor de handwrittenletters.com, un servicio de escritores fantasma que permite expresiones sentimentales a través de cartas para personas que no encuentran sus propias palabras. Paradójicamente, Theodore puede redactar emotivas misivas para otros, no parece tener la misma capacidad para expresarse con sus semejantes.
Aunque Theodore es quien ocupa la pantalla todo el tiempo, Ella es sobre el personaje de Inteligencia Artificial caracterizado por Scarlett Johansson, quien a pesar de su ausencia física tiene una enorme presencia. Tal y como promete el nuevo software del teléfono de Theodore, el sistema operativo se convierte en más que eso, es una consciencia, con su voz Samantha no solo puede ser una amiga que bromea y coquetea, es capaz de organizar su vida y mejorar su desempeño en los vídeo juegos, también puede hablarle antes de dormir y convertirse en una pareja que no pide nada a cambio.
Lo que hace tan interesante y original a “Ella” es que no se trata de una comedia romántica convencional, es más una historia de auto engaño, narcisismo a gran escala y el romance con uno mismo. La persona que ella adopta fue personalizada para él, Theodore se enamora de sí mismo y su misma persona podría abandonarlo. Es una parábola del personaje y su incapacidad para conectarse con alguien real. Él sabe – y nosotros como espectadores también lo sabemos – que es Inteligencia Artificial y que ella ha sido programada de forma sumamente sofisticada, pero al igual que Theodore compramos ésta ilusión que no se muestra fría ante nuestros ojos, sino luminosa, cargada de rojo y naranja que salta en ambientes minimalistas.
Visualmente, “Ella” es impresionante con escenarios contemporáneos de Shanghai que buscan ubicarnos en la ciudad de Los Angeles en un futuro de calles que brillan tanto como las pantallas de alta definición que absorben la mirada de sus habitantes, todos han sido absorbidos por su mundo virtual y de alguna forma han abandonado las relaciones sociales convencionales. Spike Jonze logra ubicarnos en ese entorno de dispositivos conectados que mantienen a las personas alienadas unas de otras como en un paraíso vacío donde lo metafísico sustituye a lo físico y la tecnología se convierte en un acelerador de la soledad social.
Publicado originalmente en la revista Icónica
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