El guardian del vergel

La opresión a través de las palabras, un ambiente de desolación que se convirtió en el sello inconfundible de Cormac McCarthy. Desde su primera novela El guardián del vergel se perciben las acciones repentinas, los cambios en los personajes, pero su inevitable regreso a un estado de frialdad que siempre refleja la atmósfera que rodea cada palabra.

El guardián del vergel, primera novela de McCarthy, editada en 1965, establece una pequeña y remota comunidad rural de Tennessee en el período de entreguerras como el centro de la historia, el punto donde se unen personajes para contar historias que parecen nacer de las entrañas de la tierra.

Las descripciones del entorno son difíciles y hablan de acciones inmediatas donde el frente de un edificio se puede colapsar, un auto cae a un arroyo y un aventón en la carretera puede terminar en un asesinato, son los puntos de inflexión que a su vez se convierten en el espejo de los personajes de McCarthy. El guardián del vergel muestra palabras crudas, son detalles de la evolución del carácter que en Blood Meridian or the Evening Redness in the West (1985), No Country for Old Men (2005) y The Road (2006) encontramos completamente desarrollados, pero no por eso menos opresivos.

Desde ese primer instante establece que la ausencia de una línea narrativa concreta, sino una visión impresionista de los hechos, estilos de vida, recuerdos, sufrimientos y sensaciones que se desvanecen en el abrupto paisaje donde tienen lugar. Los tres protagonistas son antihéroes, cruzan sus caminos sin descubrir su unión y sin reivindicar sus valores perdidos en el tiempo.

Desde su inicio, Cormac McCarthy establece dificultades, no hace una historia accesible, deja espacios para que uno realice deducciones y se impregne con la sensación de desesperanza, desasosiego y la idea de que a pesar del gran impacto de los hechos, todo parece ser exactamente igual a lo largo de unas pocas generaciones.

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