El ataque ha acompañado al rock desde su nacimiento, pero los ataques han surgido nuevamente, justo cuando el rock parecía haber perdido su poder de resistencia.
El rock parecía perder filo, su capacidad de encapsular y articular la rebelión; teniendo como resultado que sus seguidores no encuentren interés en nada. Si adoptamos esa posición: se supone que las generaciones X, digital y screen no deben preocuparse más que por su entorno inmediato, que no se extiende más allá de dos clicks o sus redes sociales. MENTIRA.
Así funciona el mundo: cuando encontramos graves dificultades, la fuerza política de la música simplemente no se puede resistir. Cuando las cosas serias empiezan a funcionar mal (la economía, los derechos civiles), muchos músicos sienten suficientes golpes como para expresar su insatisfacción. En los 60 estaba la Guerra de Vietnam, la represión gubernamental, social y racial, razones suficientes para quitarle lo dulce a la música y progresivamente volver cada palabra en sustancia política. Pero cuando los tiempos son relativamente buenos (en el primer mundo, porque en América Latina siempre estamos jodidos o mega jodidos), la música parece guardar un increíble silencio.
ROCKWRITE
Desde las canciones electorales inventadas en el siglo XVIII hasta las protestas punk de los 80, los lazos políticos de la música no pueden contenerse en una sola categoría, su existencia va mucho más allá de lo obvio. Desde los 60 puedes encontrar esas raíces, con un Bob Dylan capaz de decirle a John Lennon que el tipo de música que hacía era muy fácil, principalmente porque no decía nada importante. Después de ese encuentro los Beatles no pudieron seguir la misma línea, cambiando también la historia de muchos de sus seguidores. Como sea, los mensajes políticos están contenidos en mucha de nuestra música, más de lo que queremos admitir o notar.
La nueva forma de critica emergió y a alguien se le ocurrió llamarla rockwrite, un término que englobaba la dominante narrativa del rock y la política durante una era cargada de contracultura. Simplemente, el rock era el brazo joven de los movimientos políticos. Para otros la música era una forma meramente consumista de crear una pseudo-rebelión. Algunos más piensan que la crítica rockwrite no era puramente política, también involucraba aspectos comerciales, emocionales, corporales, intelectuales, sexuales y espirituales, que a final de cuentas vuelven a manifestarse de la misma forma: resistencia contra lo que no funciona correctamente.
COMBAT ROCK
En ciertos momentos, esos en los que no tenemos grandes preocupaciones, algunos exigieron a las bandas que dejarán “la política en casa”, tal vez eso ayudó a que la música guardara silencio un rato. No es que la política estuviera mal o en el lugar incorrecto, más bien se volvió algo irrelevante ante los cientos de personas que asisten a un concierto y de repente escuchan una dedicatoria a Winnie Mandela, Martin Luther King, los Kaiowas o los caídos en los movimientos juveniles de 1968 en todo el mundo. No podemos asumir desde un principio que todos los fans del rock son activos políticamente o minimamente radicales, pero tampoco podemos negar la conexión entre el rock y la política. La conexión de resistencia siempre ha estado ahí, sólo que algunas veces no es tan necesaria.
En los primeros años de la década pasada, cuando escuchamos por primera vez Peace the Fuck Out resultaba bastante difícil creer que Travis era capaz de protestar, sobre todo cuando el grupo se especializaba en crear gemas pop bastante inofensivas como Why Does it Always Rain on Me? y Sing. Lo mismo sucedió cuando Radiohead reveló su protesta contra la guerra y George W. Bush en Hail To The Thief, no por falta de credibilidad del grupo, sino porque se han caracterizado por encontrar suficiente entretenimiento en la profundidad humana. Ambos grupos fueron salpicados por el 9/11, un ataque furioso de cierta parte del mundo contra Estados Unidos.
Otros personajes que sacaron su bandera política después de “ese” acontecimiento fueron los Beastie Boys, que protestaron inmediatamente en contra de todo ataque militar en In a World Gone Mad; por su parte Pearl Jam lanzó Bush-leaguer, al mismo tiempo que Eddie Vedder se afilaba en ciertas zonas del Riot Act; Public Enemy también le guardó algo al presidente de Estados Unidos en Son of a Bush, System of a Down protestó con Boom y se unieron a Tom Morello en la organización Axis of Justice; Mos Def con Beef y Coldplay unía su canción Politik a la organización OxFam. Tampoco dejaremos fuera a Black Rebel Motorcycle Club y Take Them On Your Own, álbum lleno de furia y brillantes declaraciones políticas.
Sleater-Kinney también se mostró brillante y lanzó Combat Rock, preguntándose cómo habían llagado hasta ese patriotismo irracional: “muestra tu amor a tu país”, dicta un verso que se completa con las palabras “sal y gasta algo de dinero… Calientes pantalones rojos, blancos y azules haciéndolo por el Tío Sam”.
NUEVA RESISTENCIA
Muchos creen que los jóvenes de éste siglo son menos combativos por estar absorbidos por diversos medios y tecnologías, sin embargo ser joven es casi sinónimo de ser virulento y estar en contra en ésta o cualquier época anterior. No es gratuito que sean los jóvenes los que han estado detrás de las primaveras árabes y españolas, el movimiento que acompañó a Occupy y las acciones latentes de Anonymous en el mundo, junto con la fuerza que surge con #yosoy132.
Todas ellas han sido también acompañadas por música, que gracias a la velocidad de la transferencia de información en la actualidad, es difícil creer que exista una apatía o un a generación acomodada en nubes de algodón.
Es un hecho que escuchamos 10,462 horas de música al año (más si hablan en términos de acumulación de terabytes). Aunque no existe una evidencia estadística en contra del rock, muchas personas asumen que el rock tiene efectos malignos, los más comunes involucran evidencias como suicidios, asesinatos y conexiones satánicas. ¿Porqué no asumir que la música nos vuelve más combativos?.
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