12 de mayo
Pepsi Center WTC, Ciudad de MéxicoCualquiera que conozca la historia de Bob Dylan sabe que se trata de un artista que siempre se ha negado a ser complaciente con el público y con promotores, siempre ofrece conciertos bajo sus propios términos, aún si eso significa quedarse a oscuras entre canción y canción para evitar el contacto con el público, nuevos arreglos en cada corte conocido para hacerlos totalmente diferentes a lo que hay en la memoria colectiva; incluso abandonar la voz gangosa de sus inicios y optar por un tono rasposo que a veces hace incomprensibles las letras.
Es obvio que no puedes llegar a uno de sus conciertos esperando encontrar al mismo Dylan de hace décadas, eso lo deja para otros artistas que nunca parecen aburridos de repetir el mismo set una y otra vez de la misma forma, tampoco podemos esperar al joven de letras combativas, porque como afirmó Joan Baez en el documental No Direction Home de Martin Scorsese, no era un activista fuera de la música; por las mismas razones no podemos esperar al cínico que se hizo mito en Don't Look Back de D.A. Pennebaker y que la harmónica siga sosteniéndose de su cuello. Lo claro es que puedes esperar al Dylan del sombrero de vaquero acomodado, el traje oscuro y la posibilidad de escuchar una excelente carga de canciones sumamente bien interpretadas.
En el caso de sus dos presentaciones en la Ciudad de México, descubrimos que Robert Allen Zimmerman sigue siendo un personaje de múltiples facetas, el que hace que Bob Dylan tenga tantos sonidos como personalidades, encontrándose al menos en los últimos días más cercano al rockabilly, country, swing y blues grass, dejando impregnados a los asistentes con la idea de festividad, algo confirmado con los collares de Mardi Gras colgando en la batería.
Fue un carnaval de sonidos de casi dos horas, que apreciamos en sus sombras en el telón de fondo (otro recuerdo de la simpleza del espectáculo detrás de un interprete sumamente complejo), la ausencia de pantallas y la prohibición del uso de cámaras de teléfonos móviles, un gesto que agradecimos los que detestamos ver un concierto a través de la pequeña pantalla de las personas de adelante.
A través de sus presentaciones para estrenar el galerón nada agradable a la vista y al sonido que es el Pepsi Center WTC, Dylan cerró el tramo latinoamericano de su gira The Never Ending Tour 2012 (que por cierto inició por ahí del año 1988), próximo a cumplir 71 años visitó nuestro país por cuarta ocasión, anticipando el lanzamiento del disco número 35 de su carrera y que incorpora instrumentación mexicana afianzada por David Hidalgo de Los Lobos, de la cual por supuesto no escuchamos absolutamente nada.
En compañía Tony Garnier en el bajo y contrabajo; Donnie Herron en el pedal steel; el baterista George Receli, Stu Kimball y Charlie Sexton en la guitarra, Bob Dylan se mostró discreto, concentrándonos en el viaje sonoro que pasó por clásicos poco reconocibles por la totalidad de los 6 mil asistentes y canciones más recientes, que tampoco fueron similares a las versiones originales.
A pesar de que no tiene precio poder escuchar clásicos como Like a Rolling Stone, Blowin In The Wind y Tangled Up In Blue interpretados de una forma completamente nueva, en la que con levantar una ceja sus acompañantes alargan el requinto, acentúan el redoble o esperan a que recuerde que canción sigue en el set, la impresión de muchos a la salida fue no poder entender nada de lo que canta, lo cual sólo puede provocar una sonrisa... Bob Dylan lo hizo de nuevo, nos dejó insatisfechos para su propia satisfacción.
Setlist:
Leopard-Skin Pill-Box Hat
Don't Think Twice, It's All Right
Things Have Changed
Tangled Up In Blue
Summer Days
Not Dark Yet
Jolene
Ballad Of Hollis Brown
A Hard Rain's A-Gonna Fall
The Lonesome Death Of Hattie Carroll
Highway 61 Revisited
Forgetful Heart
Thunder On The Mountain
Ballad Of A Thin Man
Like A Rolling Stone
All Along The Watchtower
Encore:
Blowin' In The Wind
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