The Runaways


La gota de sangre menstrual que golpea el pavimento en la primera toma de The Runaways, señala que ésta llamativa y colorida película ofrecerá una visión particularmente femenina, que veremos un juego de sangre, sudor y lágrimas mezcladas con pasión por la música. Como Kim Fowley, el manager de la banda, confirma más tarde en la película: "el Rock and roll es un deporte sangriento". Y, cómo la mayoría de las biografías, el filme te demuestra de muchas formas que la frase de Fowley es sumamente acertada.

Aunque la película toma el nombre de la primera banda de mujeres que tocaron todos los instrumentos, únicamente sigue los pasos de Joan Jett y Cherie Currie, mostrándonos la forma en que se rebelaron desde el sur de California contra los cánones establecidos para pavimentar el camino para futuras generaciones de agrupaciones femeninas. A final de cuentas es sobre el auge y declive de The Runaways, una historia típica de rock and roll.

El filme se enfoca en la tensión personal y profesional y atracción que existía entre Jett y la vocalista Cherie Currie, cuyo libro Neon Angel: A Memoir of a Runaway (1989) fue la fuente principal del guión, sin embargo la directora Floria Sigismondi a su vez retomó los recuerdos de uno de los productores del filme, la propia Joan Jett, y agregó a Kim Fowley a la ecuación para darnos tres atractivas direcciones dentro de la vida del grupo.

Al principio es el manager quien nos brinda los puntos más brillantes de la película, él es quien manipula esa energía y con su misoginia las convierte en bombas sexuales, les enseña a enfrentarse con estilo a los provocadores y a exagerar su comportamiento, lo que después de cuatro años provocó el fin del grupo.

Lo que mantiene The Runaways lejos de convertirse en la biografía de otra banda siendo explotada por su manager, es la forma en que Sigismondi enmarca la historia al mostrar la capacidad de las chicas para aprender de Fowley y como después de las duras lecciones logran desarrollar habilidades que al poco tiempo lo sacan de la línea principal del filme, pero dejan clara su influencia en la forma en que The Runaways creció. Aunque es evidente la ausencia del resto de The Runaways, que sólo aparecen como personajes secundarios en la historia de Joan Jet y Cherie Currie, la película logra transmitirte como el grupo trasciende sus orígenes prefabricados y crea una identidad de rock and roll propia.

Logramos presenciar ese desarrollo de forma rápida, tan apresurada que hasta parece que la historia de The Runaways ocurrió en sólo unos meses, cuando en realidad fue un lapso de cuatro años, pero eso se debe a Floria Sigismondi, que antes de debutar con éste largometraje dirigió diversos videos musicales. A su experiencia previa sintetizando historias debemos que aborde con tanta rapidez la fuerte determinación de Joan Jett, el encuentro con el éxito, la tiránica conducción de Fowley, los interminables ensayos, su paso por clubes de mala muerte, las peleas entre ellas y sus familias, y su encuentro con las drogas y el alcohol.

Con esa capacidad para sintetizar, Sigismondi también logra capturar la apariencia y los sentimientos de la época. Sacrifica algunos detalles en servicio de la estructura dramática, pero captura la verdadera esencia de como eran los 70s, la coexistencia en un plano sexista, la creciente libertad sexual, la ropa muy ajustada y demasiado brillante, la perversa sensación de que los buenos tiempos habían terminado y todo lo que quedaba ofrecía expectativas muy limitadas y, sobre todo, las restricciones sociales que dictaban que una chica no debía tocar una guitarra eléctrica, que su papel en la industria era el de groupie o interprete, no de músico.






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