¿Qué tipo de voz está rompiendo el silencio y qué tipo de silencio se está rompiendo? Si partimos de un vacío evidente o la concepción de un mundo aparte, la curiosa falta de representación, presencia y diversidad de expresiones de las mujeres en los diversos sectores de la música, obtenemos analogías asombrosas que nos obligan a comprender porqué cada vez que aparece la Mujer Maravilla en alguna película, decide regresar a Themyscira.
Aparentemente, solo puede existir en ese espacio remoto, trabajando en la colectividad de amazonas. Seguramente ahí tiene un par de tornamesas y un micrófono que resuenan más allá de los textos, unos pocos documentales y algunas menciones como la referencia de un sonido o cuota, para ser olvidada inmediatamente en el momento en que se le debe alzar al mismo nivel que otros creadores. Ahí es donde surge el término “música de mujeres”, un género separado del todo que no solo busca resumir la diversidad de sonidos, minimiza su importancia y responde a restricciones impuestas por un canon, no es gratuito que Pauline Oliveros nos dejara tan grabada en la memoria la frase y el texto 'Y nos las llamen compositoras mujeres'.
En 'Girls Rock: Fifty Years of Women Making Music' Mina Carson, Tisa Lewis y Susan M. Shaw nos dan una idea de la cultura que rodeaba la música para que exista un canon: “las mujeres solo eran bienvenidas al margen, como fanáticas y groupies”. En ese contexto masculino la historia, las categorías y estilos están relacionadas con las creaciones masculinas (que por cierto nunca se ha llamado música de hombres) y es sobre ellas que se hace encajar la obra de las creadoras. Bajo la línea del canon, los periodistas analizan a partir de la ausencia y la falta de suficientes referentes femeninos para hablar de autenticidad. Se replican una serie de prejuicios de género donde más que enunciar se omite, creando una amalgama homogénea, carente de nombre, representación e incluso apellidos, la llamada “música de mujeres”.
El desarrollo de proyectos horizontales y el activismo han generado iniciativas para lograr una mayor exposición. Retomar las historias silenciadas por el cierre de espacios y generar una nueva crítica musical implica no iniciar el análisis con aspectos físicos y justificación de inteligencia, también es necesario alejarnos de la exposición como accesorio por relación, frases como “esposa de ...” “hermana de...” o “hija de ...” niegan inmediatamente la autonomía creativa o productiva con lineamientos de un parentesco limitante.
De muchas maneras estamos regresando a lo que sigue después de esos puntos suspensivos de relación, para escuchar las mezclas desde su origen, donde incluso se deben agregar términos para hacer más atractiva su participación, el uso de palabras como DJane, selectress y sheroes buscan acentuar su existencia en espacios que desalientan la participación y, en consecuencia, disminuyen la cobertura en revistas, libros, cursos de historia de la música y enciclopedias con un verdadero interés analítico.
En 'Género e Historia' de Joan Scott, surge la pregunta: “¿Cómo pueden las mujeres conseguir el estatus de sujetos en un campo que las ha subsumido e ignorado? ¿Bastará con hacer visibles a las mujeres?”. Por la cantidad de libros que me he encontrado, en teoría, la música de músicas debería recibir el 50% de la programación, pero no ha sido suficiente añadir a las mujeres a una historia que se presenta como el relato universal, ya decían las integrantes de Le Tigre: “oh no, otro libro sobre las mujeres en la música”. La documentación por si sola no basta.
No podemos separar ésta historia porque tiene muchos contextos que fueron divididos y por lo tanto poco analizados, por lo tanto es necesario volver a la crítica musical que abre espacios en la programación en estaciones de radio y festivales, que marca diferencias y va más allá del “girl with the band” que enumera fans o el “girl in a band” que enmarca excepciones. Es necesario sumergirnos en el “I'm in the band”, pero ahora con una perspectiva de género.
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