The Kills, 15 años después de No Wow


Después de chutarnos a unas tres docenas de grupos que tan solo lograron hacer que muchos menospreciaran al pop por sus coreografías, afortunadamente continuó la racha de proyectos que valía la pena escuchar sin ningún tipo de culpa (aunque siempre es necesaria la culpa para balancear el oído). Tal vez el único problema es que muchas de éstas bandas solo llegaron a la superficie por un corto tiempo, demos gracias a la globalización que nos permite conocer y perder de vista muchos proyectos en tan sólo un instante.

De ese gran cúmulo de grupos que se desgarraron porque los conociéramos, muy pocos lograron aferrarse al oído, la lucha simplemente es de resistencia. The Kills fue uno de los tantos participantes en la carrera de inicio del siglo XXI que no podía quedarse con la etiqueta de one hit wonder (porqué no tuvo ninguno) pero si estuvo en la batalla de sabor del mes.

Con un sonido conocido, pero al mismo tiempo intentaron poner un nuevo toque a la música... o al menos eso es lo que decían. The Kills sin duda suena a caos bien llevado, por lo que no es gratuito que el grupo haya hecho tanto ruido en los últimos años, cada una de sus presentaciones fue ganando momento y expectación, tal vez porque su vocalista rara vez dejaba ver su rostro entre sus cabellos desordenados y tenía una presencia única en el escenario en esa época.

Fueron comparados con los White Stripes y The Raveonettes debido a que cuentan en su alineación con tan solo un hombre y una mujer. Con los primeros también compartían el gusto por el punk, el garage-rock y el blues, aunque con los últimos en realidad solo tienen en común que utilizaban una máquina de ritmos para cubrir la falta de baterista.

Ya lejos de las comparaciones, la historia de The Kills está dividida entre Florida y Londres, de donde son originarios sus integrantes, que empezaron a intercambiar música vía correo electrónico mucho antes de llegar a conocerse. Para agilizar el proceso de trabajo, la vocalista y guitarrista Alison Mosshart viajó al Reino Unido y se unió formalmente a Jamie Hince, así surgió el grupo en el 2001.

Sus raíces también se encuentran en el blues y el garage rock, pero con un toque más agresivo que White Stripes o Raveonettes, aunque igual que ellos buscan que sus grabaciones sean más sucias, siguiendo la tendencia de rescatar lo espontáneo y no grabar miles de veces una misma canción hasta que sea perfecta. The Kills se enfoca en lo oscuro y el punk similar al de PJ Harvey en 'To Bring You My Love', pero traducido por la furia al estilo de Karen O.

De la concreción formal de The Kills para el 2005 ya tenían tres materiales, el EP 'Black Rooster', el LP 'Keep On Your Mean Side' y 'No Wow', que realmente no rompió con las nuevas tendencias, al contrario seguía en la misma línea que ya caracterizaba a The Kills y a otros actos de blues rock. Sin embargo también demostró que el dueto había adquirido una nueva actitud, Hince y Mosshart sonaban más exquisitos, más sucios y más inclinados a la experimentación dentro de los límites propios de su estilo, porque a pesar de los cambios mínimos The Kills ya conocía su fórmula y era tan buena que podrían seguir explotándola por siempre.



Todas las canciones de 'No Wow' son minimalistas, con muy buen ritmo y algo de oscuridad. Las letras están llenas de dolor, que acompañadas con el blues de principios del siglo pasado, al más puro estilo de Lead Belly, logran transportarte inmediatamente al interior de una película de arte, tétrica, pero de arte al fin y al cabo. De principio a fin te llegan imágenes involuntarias de los filmes de Tim Burton, Jim Jarmush o de Takeshi Kitano, porque cada track te remite a persecuciones, algún encuentro sórdido y un final inesperado con bastantes fluidos incluidos.

En 'Keep On Your Mean Side' la voz y la guitarra predominaban en todos los tracks, sin embargo en 'No Wow' le subieron el volumen a la máquina de ritmos y la dejan sentir con más fuerza, sobre todo en los cortes 'No Wow', 'Love Is A Deserter' y 'The Good Ones', que abren el disco de forma extraordinaria y te hacen pensar inmediatamente que tienes entre tus manos algo sumamente bueno.

'I Hate The Way You Love' sigue esa misma línea y no deja caer tu primar impresión, pero al conectarse con su continuación descubres el sonido que The Kills dio a cuentagotas en 'Keep On Your Mean Side'. Antes de que puedas digerir el sonido suave del dueto surge 'At The Back Of The Shell', que con guitarra distorsionada y algo que parecen aplausos continuos que marcan el ritmo de la voz y la guitarra.

La otra sorpresa llena de simplicidad llega a través de 'Rodeo Town', que nuevamente suaviza a The Kills y les da un nuevo toque de alt-country. En 'Murdermile' recuperan el ritmo cargado de blues rediseñado para encajar con la máquina de ritmos, que cual robot se mantiene en el mismo atronador loop. En 'Ticket Man' pasa lo contrario, la máquina se apaga, la guitarra y la voz de VV se mantienen monótonas, pegándote poco a poco la línea principal de “here’s a ticket, what’s the problem?”, que lentamente te guía hacia el final de 'No Wowo', marcado por 20 segundos donde escuchas unos pasos alejándose, se detienen y surge el rechinar de una puerta que abruptamente se cierra. Un fin bien marcado y que deja con las perspectiva de que a pesar que la puerta se cerró, vas a tener que volver al principio para volver a saborear su complicada simpleza.


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