Frank, art-rock espinoso de grandes aspiraciones

¿Qué está pasando dentro de esa cabeza que está dentro de esa otra cabeza?

La respuesta en realidad es una revelación menor cuando se trata de explorar personajes parecidos a Syd Barrett, Daniel Johnston y Roky Erickson, genios inseparables de su locura que en cierta medida mostraron que permanecer artísticamente puro no es simple, incluso dentro de un caos controlado, hasta que aparece Frank, un filme que lleva la idea a increíbles niveles de incongruencia que capturan la realidad de muchos artistas.

Con el clásico conflicto entre arte y comercio revoloteando de forma hilarante al interior de toda la historia, la película ilumina el significado de las enfermedades mentales como fuente de inspiración, con el espectacular caos de la vida de otra persona como reflejo de una larga línea de aspirantes a gurús; en el caso de Frank se trata de una inquieta cabeza oculta bajo una cabeza de papel maché mucho más grande.

Frank expone en una comedia maravillosamente oscura el art-rock espinoso de grandes aspiraciones a través de un enigmático líder de características alimentadas por sus instintos, no siempre banales o comerciales. Establece la tensión entre doblar la visión original o venderla, la duda que ha aquejado a músicos y artistas en general desde siempre. La música de Frank, con su disonancia, experimentación y necesidad de utilizar la palabra “chinchilla” para no dañar a sus integrantes, es una parodia del mundo de la música y un retrato de un hombre atormentado, que ataca las notas correctas.

El filme inicia con una escena que ilustra la inspiración: el joven músico Jon Burroughs camina por una ciudad buscando fragmentos para crear canciones, toma de forma aleatoria las escenas que se cruzan en su camino – mujeres, niños, la playa – para crear frases banales que podrían detonar un éxito. Repentinamente encuentra una tonada en su cabeza, no tarda en descubrir que de forma espontánea ha plagiado 'It Must Be Love' de Madness. La secuencia es una de las representaciones más divertidas de la lucha creativa que se haya mostrado en cualquier película, en una pequeña escala brinda los detalles entre el arte, el genio, la idolatría y el encanto siniestro por la fama que transformarán a Jon cuando se una al excéntrico grupo Soronprfbs.

Aunque en gran medida tiene como protagonista a Frank (Michael Fassbender), es un filme sobre Soronprfbs, la devoción de los músicos por su arte, su feroz indiferencia hacia el éxito y su coqueteo cortante con la fama. Lo que vemos a través de los ojos maravillados de Jon (Domhnall Gleeson) es una aventura donde él mismo no encaja, aparece como una presencia diluida muy pálida al lado de gente como Frank, el líder de la cabeza de papel maché; Clara (Maggie Gyllenhaal), la siempre fría ejecutante del theremin; el bajista Baraque (Francois Civil) que solo se expresa en francés y la baterista Nana (Carla Azar) que no habla por ningún motivo.

Jon es el sustituto de la audiencia, alguien que puede acercarse a Frank, que mantiene nuestra atención fija en una gran cabeza que aparentemente no muestra expresiones pero puede generar emociones sin necesidad de mostrar su rostro, tan solo con movimientos corporales. Frank, según observa Jon, “se inspira en todo”, práctica interludios musicales que van desde la cacofonía atonal habitual de la banda hasta baladas sorprendentemente sinceras que fácilmente pueden derivar en otro caos sonoro.

El filme encaja todas las piezas posibles para crear un contexto de perdición: la banda se aisla en Irlanda, intentan grabar un disco, busca expandir sus límites, aún a costa de la cordura de sus integrantes, además escasea la comida y el dinero mientras el ruido se disfraza de música y constantes repeticiones de una sola nota. Jon no tardará en descubrir que incluso el manager Don (Scoot McNairy) necesita una salida rápida para ese ambiente de experimentación sin barreras que no respeta la salud mental. Sin embargo, como nuevo tecladista de Soronprfbs, Jon tiene planes secretos para llevar la banda a la fama y la fortuna.

Jon documenta el proceso creativo de Soronprfbs a través de Twitter y YouTube y, después de un tiempo, sin saberlo, crece un culto hacia este excéntrico grupo, que se entrega a su música con un verdadero espíritu de unidad, pero que no está listo para llevar sus piezas dañadas ante un público o un escenario como el del festival South By Southwest en la ciudad de Austin, Texas.


La cordura y la locura siempre son limitadas por la sonriente y al mismo tiempo inexpresiva cabeza de Frank, siempre presente, nunca se explica, ni se necesita saberlo. Lo que importa son las expresiones que surgen a través del lenguaje corporal y en los gritos desesperados que a veces parecen amenazas. Frank encarna el espíritu del músico difícil, pero a pesar de permanecer oculto es un personaje empático y atractivo, disfruta el proceso creativo y celebra el arte tocado por la locura, incluso yendo tan lejos con música oscura e impenetrable.

Aunque lo que vemos es un grupo ficticio, el personaje de Frank en parte fue inspirado por Chris Sievey, un músico y cómico de televisión inglés que en la década de los 80 y 90 lideró una banda llamada Freshies, antes de adoptar de forma definitiva el álter ego de Frank Sidebottom acompañado por Oh Blimey Big Band, llevaba una cabeza falsa gigante similar a la que seguimos a lo largo de la película. Parece un recuerdo del guionista Jon Ronson cuando era parte de esa agrupación de culto, pero también es un símbolo de la adoración ciega que fácilmente inspiran personas creativas y con carisma, cuyo trasfondo de enfermedades mentales solo sirve para aumentar su atractivo.

Mientras que Sidebottom era sumamente conocido sin la cabeza que portaba al subir al escenario, el Frank ficticio es una persona misteriosa de origen desconocido, con acento estadounidense que nunca puede salir del personaje que ha creado. Es un símbolo de la integridad artística y la inspiración creativa cruda, que al mismo tiempo nos fascina e intimida al mostrarse como el genio del rock desconocido, el perdedor exaltado que heroicamente convierte el fracaso, la ineptitud y la oscuridad en algo posiblemente glorioso, aunque nunca lo presenciaremos realmente en la película.


El repertorio de Soronprfbs es una de las bromas que se mantiene a lo largo de Frank, entre disonancias y experimentos que no llevan a ningún lado vemos a Jon intentando perder su cordura, cada tuit que escribe muestra su entusiasmo (“¡No puedo esperar a sumergirme en la vorágine creativa!”), pero cada escena evidencia que no llega a ninguna parte, solo aparecen más incógnitas alrededor de la persona que se oculta bajo esa gran cabeza de apariencia perpetuamente amable, prácticamente es un síntoma patológico.

“Infancia miserable... enfermedad mental... ¿Dónde puedo encontrar ese tipo de inspiración?”, se pregunta Jon al ser rechazado continuamente por el resto de Soronprfbs por falta de talento, pero la película no persigue el mito de la locura como una fuente de la visión poética, incluso aclara que no tiene que pasar nada grave para perderse dentro de nuestra propia mente o en el amplio espacio que otorga la cabeza de papel maché.

Frank y el resto de Soronprfbs son personajes con problemas, se necesita tiempo para que encontremos sus características en la película, los misterios prevalecen para observar al grupo a través de las reacciones de Jon, quien trata de traducir la realidad para el espectador y el público que hace crecer el culto. El punto de vista del tecladista y el entusiasmo por el trabajo es un viaje de preguntas sin respuestas, pero es un recorrido musical donde se pone a prueba al nuevo integrante a través de varios rituales y novatadas.

El director Lenny Abrahamson logra que las experiencias de Jon Ronson no sean propiamente autobiográficas, sino un tributo al legendario músico Captain Beefheart, el comediante Andy Kaufman y el siempre inestable compositor Daniel Johnston, cuyas personalidades marginales y ambiciones siempre estuvieron en conflicto con la corriente principal. Esa es la rareza más notable de Frank y su banda experimental punk, pueden llegar a ser el foco de atención debido a sus excentricidades, pero optan por ser oscuros, sorprendentes y extrañamente conmovedores a lo largo de 95 minutos.



Level 11 por Karina Cabrera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-No Derivadas 3.0 Unported.
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