Concebido por el promotor Ken Walker, el concierto y la película de Festival Express pretendían ser un Woodstock canadiense, pero en lugar de tener miles de jóvenes caminando hasta el lugar donde la música se convertiría en un símbolo de la época “la montaña iría a Mahoma”.
Decidió reunir a Grateful Dead, The Band, Janis Joplin, Buddy Guy, Delaney & Bonnie and Friends y The Flying Burrito Brothers, entre otros, en un tren que haría paradas en Canadá para realizar presentaciones que prometían ser inolvidables. El resultado fue dos épocas enfrentándose drásticamente en una sola idea.
Festival Express, era un sueño hippie sobre rieles, un evento en movimiento a través de Canadá con vagones cargados de músicos sumergidos en la experimentación y en constante colaboración creativa a lo largo del viaje. En ese ambiente, como explica el guitarrista Buddy Guy, muchos se negaron a dormir por temor a perderse alguna de esas improvisadas actuaciones que revelaron la flexibilidad sonora de una época, generó encuentros y duetos que fuera de ese mágico espacio festivo no ocurrirían con tanta facilidad.
El filme es un pedazo delirante de folk, pop y rock inmerso en una cápsula del tiempo de un concierto itinerante que en cinco días marcó el final del verano del amor y mostró el inicio de una época completamente diferente para músicos y público. Por un lado tenemos un homenaje a algunos de los artistas más influyentes de la década de los 60 y por el otro el egoísmo y la codicia de los fanáticos que en unos pocos días suplantó el breve idealismo de esa era. Más allá del simple tributo a la nostalgia Festival Express revela un cambio radical en la cultura, el movimiento hippie pasó de la paz y el amor a la necesidad de conseguir más sexo, más drogas y más rock and roll, preferentemente de forma gratuita.
Como muchos festivales de la época fue un desastre económico, pero a diferencia de las grandes masas que ponían en peligro al evento pero se integraban con el lema de “amor y paz”, Festival Express fue perseguido por poca asistencia y protestas que exigían que la “música debía ser libre”. Mientras parte del público en Toronto intentaba liberar a través de la violencia al evento hasta los límites de los gratuito, los organizadores de Festival Express confirmaba que solo bastaba poner a un grupo de personas dentro de un tren para liberar el elemento comunitario y creativo que permite que exista la música. A bordo existían las últimas evidencias del espíritu hippie, en el exterior una era estaba llegando a su fin.
Como demuestran las imágenes de estadios vacíos, Festival Express era realmente sobre la música. Los grupos lo sabían, por eso no dejaron caer la fiesta de sonidos a bordo de un tren libre de drogas pero inundado de alcohol, donde la mayoría de los músicos no quiso arriesgarse en Canadá y aceptaron el cambio por un estilo de vida intensamente creativo - incluso Grateful Dead aceptó abandonar la dieta de LSD y marihuana, la intercambiaron por una grandiosa colaboración entre Jerry García y Janis Joplin en una madrugada sumamente emotiva que habla de amores platónicos.
Festival Express afortunadamente se convierte en una serie de instantáneas de ambos panoramas, el caos que los organizadores explican sobre cada presentación y el reflejo de un tiempo más inocente, de alegría y músicos jugando con sus instrumentos, que simplemente quieren compartir sus sonidos con otros. Seguramente fue la mejor fiesta de rock and roll que nunca se haya celebrado, pero los ajustes en la mentalidad de la década de los 70 son tan radicales como las dos visiones que muestra el documental y los hechos posteriores al festival, uno de ellos la muerte de Janis Joplin tan solo tres meses después del evento.
“Fue el espíritu de la época de probar cosas nuevas”, recuerda Mickey Hart, baterista de Grateful Dead. “Era un tren lleno de gente loca acarreada a través del campo para hacer música día y noche y luego de vez en cuando al bajar del tren para ir a tocar en un concierto”. Definitivamente dos ambientes diferentes, en uno se percibe la alegría, en Toronto (donde comenzó el viaje), Winnipeg, Manitoba y Calgary la atmósfera siempre estuvo plagada de tensión, por esa razón las improvisadas colaboraciones se roban el documental. En Festival Express las cámaras capturan la magia, las tocadas y el licor a lo largo de la noche, los diferentes estilos colisionando a lo largo del tren.
Cada músico que habla tantos años después sobre la experiencia de participar en Festival Express resalta que a todos claramente les encantaba el enfoque de música todo el día, todo el tiempo que abarcó el viaje, “el mejor momento que he tenido en el rock ando roll” explica uno de ellos. Seguramente las improvisaciones fueron capturadas en horas interminables, pero el documental logra balancear el movimiento en los vagones con actuaciones completas dentro del evento, permitiendo ver el plano personal y el profesional que en el caso de los músicos se disfruta con o sin escenario.
Lo que hace diferente al documental es el contraste de los hechos, mientras artistas, sus séquitos y groupies disfrutan el ambiente, a medida que la película avanza, muestra que los costos de transporte, alimentación y bebidas empiezan a superar a los organizadores, sobre todo después de la presentación en Toronto, donde la gente se niega a pagar y protesta por el precio de los boletos, lo que obligó a los promotores a contratar seguridad adicional para manejar los disturbios. La escena en cuestión nuevamente se vuelve un conjunto de contrastes, mientras la violencia se desata, atinadamente surge la energética actuación de Sha Na Na con su versión de “Rock & Roll Is Here to Stay”, la frase “el rock and roll siempre será nuestro boleto al final, pasará a la historia, sólo espera, mi amigo” claramente muestra dos ideas diferentes sobre un solo género musical ocurriendo en un mismo espacio y enfrentándose a golpes.
A diferencia de las películas Monterey Pop y Woodstock, incluso Gimme Shelter sobre Altamont, el documental sobre el festival sobre rieles no llegó a convertirse en un referente de la época, los conflictos económicos arrastrados por cada una de las tres presentaciones tuvieron repercusiones aún años después de su realización. Las pérdidas derivaron en deudas, una de ellas con el equipo de filmación, que cobró por su trabajo desapareciendo más de 60 horas en 16 mm y otras 90 horas de audio sin mezclar que finalmente se localizaron en el archivo nacional de Canadá.
En números rojos tras la realización del evento, el financiamiento de la película fue anulado, las cintas permanecieron en una bóveda durante años hasta que Bob Smeaton aceptó darle cierta coherencia a las horas de metraje obtenido 30 años antes. Precisamente la distancia temporal al proyecto original le permitió elaborar un hermoso homenaje a la gente más importante de una época y su estilo de vida; logró un documental sumamente inteligente donde existe un verdadero balance entre entrevistas y actuaciones, permitió que las imágenes hablarán sin interrupciones tanto como la música para resaltar la importancia de Festival Express.
La película captura un puro momento en el tiempo en que las mentes musicales sobrepasan a las estrellas y a las tendencias, evidenciando el espíritu de esos músicos que cambiaron la década de los 60, pero que desafortunadamente no lograron encajar en la mentalidad del público de los 70. Como explica Ken Walker tantos años después, ahora mayor y más maduro: “Le dimos al público demasiado y no lo merecían”.
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