Esta ciudad a las tres de la mañana es un espejo, lo cruzo en el umbral del día y termino encontrándome en su imagen invertida, con los muros tan espigados que no alcanzo a saltarlos, pero no es porque los ladrillos se hayan vuelto resbaladizos o no pueda agarrarme de los bordes, más bien es porque han desaparecido, se mueven con cada noche, dándome simples señales en color naranja de que debo utilizar vías alternas para llegar a cualquier lado.
La madrugada del chilango es un laberinto, alguien quiere entrar, alguien quiere salir, al menos así debería ser, pero yo doy vueltas, avanzo en círculos, encontrándome con otra defensa, que en vez de esperanza me indica “no me sigas, yo también estoy perdido”. Hago nuevos trazos mentales para entender el mapa de construcciones y desviaciones que han modificado mi ruta en los últimos meses con segundos pisos, viaductos elevados y promesas de conexiones entre ambos a través de una autopista urbana, me imagino la ciudad perdida en mi memoria y la repito como la recuerdo, el problema es que en tiempos de reconstrucción vial a las tres de la mañana, todos los señalamientos son tan pardos como los gatos en la noche.
La ciudad no me enseña a reconocerme, ni los otros que están igual de perdidos logran que mi mente borre el mapa que en Google Street View parece tan prometedor. En la irrealidad de las tres de la mañana las imágenes no son rutas en línea recta sobre Periférico, sino un sin fin de zig zags trazados por conos naranjas, chalecos que brillan al encontrarse con las luces de mi auto y mantas que hablan sobre un futuro en el que todos mis minutos perdida en las desviaciones serán recompensados con menos minutos y menos tráfico de Querétaro a Cuernavaca.
Así era el orden de las cosas, alguien quería entrar, alguien quería salir de la Ciudad de México, pero desde hace tres años es una situación de no puedo entrar o no puedo salir, al menos no entre 10 de la noche y cinco de la mañana. Uno se acostumbra, la verdad, pero desde que empezaron a llegarme los avisos de que algunos fines de semana no se me permitirá circular por esa vía hasta las 8 de la mañana, he empezado a sospechar que lo que se construye no es una autopista urbana, sino un largo muro de contención de chilangos que se han mudado al área metropolitana. Me empiezo a sentir expatriada.
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