Desmontando al periodista de rock

Así como el sonido termina impactando el día a día del periodista de música, la teoría sobre el oficio y las bases de otros críticos se convierten en punto de atención para los que nos dedicamos a éste trabajo, uno en el que los familiares siempre dicen "yo también puedo hacerlo, yo también oigo música todo el día".

La realidad es que la crítica y el análisis requieren algo más que sentarse a oír, sabemos que nos dedicamos a escuchar y realizar todo un proceso que no se queda sólo en los múltiples tracks de un disco y ver si te gusta o no, sino razonar contextos, historia de la banda y otros tantos detalles que espero ampliar pronto en la historia y evolución de la reseña musical.

Pensando en ese ejercicio, me topé con una entrevista realizada a Simon Reynolds al presentar su libro Retromanía: Una Mirada Contra el Eterno Reciclaje en la Música Pop, que incluye múltiples puntos de reflexión sobre la evolución y las aproximaciones del periodista de música, sobre todo el reseñista. A continuación algunos fragmentos de esa entrevista realizada por J.C. Ramírez Figueroa.



I. UN POCO DE AMOR FRANCÉS. O DE CÓMO ROLAND BARTHES PUEDE
EXPLICAR A BUTTHOLE SURFERS


Samplear la filosofía o teoría crítica francesa es algo que aprendí de todos los periodistas de música que me impresionaron al leerlos por primera vez, cuando adolescente. En concreto: el New Musical Express (NME) y sus redactores: Barney Hoskyns, Ian Penman, Paul Morley y Chris Bohn, quien es ahora el editor de la revista The Wire.

Ellos siempre incluían pequeños bocadillos de teoría en sus reportajes y entrevistas de una manera emocionante y provocadora. Citaban a gente como Roland Barthes, Michel Foucault, Friedrich Nietzsche, Julia Kristeva, Georges Bataille. Yo, como adolescente, ya leía filosofía y política (feminismo radical, un poco de marxismo, teoría freudiana). También cosas de los años sesenta como Norman O. Brown. Después, a través del punk y leyendo sobre Malcom McLaren, descubrí el situacionismo.

Así se formó mi gusto por este tipo de escritura....

Pero más que usar la teoría para legitimar la música, fue la música transformando a la teoría en algo interesante y estimulante, en la forma que a mi me interesaba y que me parecía estar en la vanguardia cultural. Por supuesto que están todos los teóricos franceses y, naturalmente, Nietzsche. Todos, grandes estilistas de la prosa que incluso traducidos conservan la elegancia y carisma. Empecé a leer las cosas francesas, en mi tiempo libre en Oxford y, cuando empecé a escribir sobre música terminó saliendo así. Nada particularmente forzado. ¡Como si George Bataille se relacionara de manera natural con Butthole Surfers!

II. LIROCENTRISMO Y SOCIOLOGÍA: ¿DOS CLICHÉS DE LA CRÍTICA ROCK?

No sé si he eludido la sociología en la prensa musical, porque siempre he hecho un poco de análisis sociológíco. Siempre he estado consciente de la lucha de clases como factor de cambio social y musical. Siempre he advertido como la música transforma el mapa de las divisiones sociales.

Además, he leído a todos estos autores como Dick Hebdige que estuvo involucrado en el análisis de las subculturas juveniles, influenciado por el marxismo y, mirando a los rituales subculturales como expresiones de resistencia inconsciente a la estructura de clases, la vida industrial y el capitalismo. También he leído a gente como Simon Frith, que en verdad es tanto sociólogo como crítico de rock. Pero sí, el énfasis excesivo en analizar las letras es algo que Pronto encontré frustrante. Parecía que pocos estaban escribiendo sobre música, enfocándose en el sonido, la producción y el papel de la tecnología. La mayoría de periodismo musical en los años ochenta se orientó en torno a la canción, el cantante y las letras como una forma de contar historias.

Ellos analizaban las canciones, ya sea como posición (político o existencial) o como narraciones: mini-dramas, refugios de sabiduría popular, enfoque vivencial del amor y la condición humana… Estaba bien, pero se perdía gran parte de lo que era la música. Especiualmente porque no decían nada sobre lo que más me interesaba en ese momento: el éxtasis, el goce, la jouissance (1). Lo no-verbal y lo difícil-de-verbalizar intensificado en la música, ritmo, textura sonora, ruido. Mi enfoque de esto viene de Barney Hoskyns de la NME y libros como “El placer del texto” de Roland Barthes. La verdad es que la exigencia de escribir así era parte del desafío. Además. cuando tratas como escritor de hacerte un nombre y construir un pequeño espacio intelectual, aprendes a cruzar las lagunas y accidentes geográficos que otros no han advertido.

III. PROCESAR LA EXPERIENCIA MUSICAL: DESMONTANDO AL PERIODISTA DE ROCK


Un problema actual es el papel mediador del periodista como “guardián“: la persona que tiene el poder y la responsabilidad de presentar a la gente un nuevo sonido. Eso ya pasó. Cualquier persona puede consultar -en YouTube o mp3- cualquier cosa por ellos mismos. Así que el rol del que escribe sobre música ahora es más bien para hacer las conexiones, procesar la experiencia musical. Tratar de inyectar significado a esta situación, en un contexto de “hemorragia” debido a la sobrecarga de música.

En realidad, esa fue siempre parte de la función del periodista musical. Pero en los viejos tiempos también existía la tarea de presentarle cosas nuevas a la gente. Podías recomendar y apuntar cosas, porque ellos no podían darse el lujo de comprar todos los discos. Ahora la cuestión del coste es irrevelante. El nuevo problema es que debido a que no se paga por la música, uno no se siente obligado a prestar atención a ella. Escuchas cosas a medias, distraído y desenganchado de ellas Soy tan culpable de esto como cualquiera. Hay un adelgazamiento de la experiencia musical.

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