Un director con un alto coeficiente intelectual, fastidiado después de realizar una película de época como Barry Lyndon (1975), que simplemente quiso retarnos visual e intelectualmente a través de una película de horror psicológico de múltiples capas, tangibles a simple vista, pero nunca antes analizadas como en el documental Room 237.
The Shining tal vez es el trabajo más enigmático de Kubrick por la aparente experiencia de horror y su capacidad de desorientarnos al alejarse tanto del libro de Stephen King. Para la mayoría sólo se trata de una película, para otros es una gran metáfora que desata múltiples teorías sobre dobles intenciones del director con mensajes ocultos, bromas subliminales e incluso una cubierta para revelar la verdad sobre los logros de la era espacial. The Shining efectivamente es escalofriante al revelar un comportamiento siniestro y una verdadera indulgencia de dirección, precisamente eso la convierte en un objeto de estudio e interpretaciones diversas incluso si se trata del patrón de una alfombra.
El director Rodney Ascher investiga a través de Room 237 todos esos significados ocultos en la película de 1980, desde el título somos arrojados al umbral de la habitación vacía del hotel Overlook, que aprendimos mucho antes de éste documental no es un lugar en el que quieras registrarte. Con una verdadera obsesión intelectual y atención al detalle descubrimos el fanatismo por The Shining, el encanto, el risible análisis y la deconstrucción de las diversas capas que te obligan a ver la película desde muchas otras perspectivas.
De ésta forma donde hay latas de comida surge una explicación y eco de la matanza de los indios americanos, una máquina de escribir se convierte en un símbolo del Holocausto, una bandeja para papeles aparece como una erección y una serie de nubes revelan un cameo en aerógrafo de Stanley Kubrick. Con éste documental sabemos que “la ola de terror que se extendió por todo Estados Unidos” no sólo transformó el cuarto 217 del libro en el 237, también descubrimos que la tierra se encuentra a 237,000 millas de la luna y que eso ubica a The Shining como un elemento de las teorías de conspiración.
Al inicio las cinco personas entrevistadas responden a preguntas simples, pero conforme avanza el documental y sus teorías son comprobadas con las imágenes de The Shining, volvemos a sentirnos fuera de lugar, nuevamente percibimos la incomodidad que sentimos al observar el filme en la superficie. Como muestra Room 237, cuando se trata de algunas películas y algunos directores, los espectadores establecen una conversación francamente desconcertante que puede durar años. Sin embargo, no perdemos de vista que siempre existe una forma de justificar una idea, por más inverosímil que parezca.
El periodista Bill Blakemore explica como The Shining es una alegoría del destino final de los indios americanos a través de hachas, latas de comida apiladas en algunas escenas y algún cementerio indio oculto en los cimientos del hotel. De forma igual de convincente, el profesor Geoffrey Cocks muestra evidencias de como Kubrick insertó el tema del Holocausto a través del número 42, que aparece múltiples ocasiones en el filme y también es el año en que los nazis iniciaron la práctica de la Solución Final con los campos de concentración y exterminio.
Desde otra perspectiva numérica, el escritor Jay Weidner relaciona el número 237 como una críptica referencia a la distancia entre la tierra y la luna, un supuesto guiño de Kubrick para revelar su participación en el montaje de las imágenes del Apollo y los primeros pasos del hombre en el satélite terrestre. Posiblemente es la primera vez que escuchas esa teoría, sin duda también será la primera vez que prestes tanta atención al suéter de Danny.
Los otros dos participantes, la actriz Juli Kearns y el músico John Fell Ryan, también aportan ideas interesantes al mostrar las múltiples etapas en la conciencia de Danny a través del recorrido de pasillos abordo del triciclo y la posible manipulación de sus padres en esos ascensos y descensos, en esa línea no descartan los espacios con arquitectura imposible, hay ventanas donde no puede haberlas, hay habitaciones que no hay forma de que existan.
También descubrimos que para comprender The Shining es necesario verla al derecho y al revés, de forma simultánea de preferencia, todo esto obra de Kubrick con la novela de Stephen King como pretexto de entretenimiento, nada relacionado con el significado de la historia, porque las múltiples repeticiones de las imágenes nos llevan a las acciones de los personajes, la colocación de ciertos objetos y los motivos en general.
Conforme las ideas se convierten en otras ideas más fantásticas, los signos y significados aparecen en todos lados, Room 237 deja de ser un documental sobre The Shining y se transforma en un filme sobre la naturaleza de la obsesión (del director y de sus seguidores por igual) y la capacidad para comprobar que cualquier cosa puede ser real. Después de esto, las nueve partes en las que Ascher divide la película construyen un caso que podría mantener conversaciones y observaciones en pausa, con el dedo en el botón de regresar y adelantar durante aún más horas.
Sobre intenciones y significados, posiblemente después de Room 237 surjan otras observaciones no incluidas en el documental. Con estos 102 minutos nos queda claro que la frase de “mucho trabajo y poca diversión hacen de Jack alguien aburrido” no se aplicaba de ninguna forma a Kubrick. Quizás lanzó todo al azar dentro de la película, era un tipo tan inteligente que descubrió que sólo de esa manera podía abordar diferentes objetivos, tal vez sólo se trate de un montón de errores de continuidad que no significan nada, pero alguien les ha puesto más atención de la necesaria. De cualquier forma, el director seguramente tenía un método para su locura y a través de The Shining encontró la forma de expandir la ola de miedo más allá de una sola habitación en el desolado hotel Overlook.
Room 237 (2012)
Director: Rodney Ascher
Productor: Tim Kirk
Comentarios de: Bill Blakemore, Geoffrey Cocks, Juli Kearns, John Fell Ryan, Jay Weidner
Música: Johnathan Snipes, William Hutson
Publicado originalmente en Revista Icónica y Filme Magazine
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