En la era silente del cine, empatar la imagen con el sonido no era posible para inventores y productores, el método y la tecnología que lo permitieron no fueron creados hasta 1923, por eso durante los primeros treinta años de su historia, las películas guardaron silencio, aunque fueron acompañadas por músicos en vivo y, a veces, incluso efectos de sonido y comentarios hablados por el empresario o el proyeccionista.
Las canciones ilustradas fueron las excepciones, una tendencia que inició en 1894 en los salones de vaudeville y persistió hasta finales de la década de los 30 en los cines, pero que asentó las bases no sólo para los vídeos musicales, también para los filmes musicales y los documentales y biopics basados en la música y sus creadores. El objetivo principal de las canciones ilustradas era animar la venta de partituras, pero más tarde, con el nacimiento del cine, las canciones ilustradas fueron utilizadas como material de relleno de películas.
Con sus placas de vidrio coloreadas a mano y proyectadas a través de stereopticons y dispositivos similares, la narrativa de la canción se puso de manifiesto a través de una serie de diapositivas cuyos cambios fueron simultáneos con el desarrollo narrativo, que Oskar Fischinger y una corriente de creadores europeos posteriormente tomaron para asentar las bases de la música visual, creando piezas de imágenes para temas musicales preexistentes, una idea que a pesar de tener un impacto en el cine musical, no tuvo una repercusión a la inversa, la música continuó como un agregado incidental o un medio para promover canciones y no las historias que hay detrás de ellas.
En esa misma década, Warner Bros. presentó en los "talkies" bandas, vocalistas y bailarines a través de sus Vitaphone Shorts, pero no fue hasta que la cantante de blues Bessie Smith apareció en St. Louis Blues (1929), dramatizando alrededor de la canción que da título al corto, que la música se convirtió en el motivo y no un pretexto. Los "soundies" abrieron el camino al blues y al jazz, pero tuvieron que pasar varias décadas para que Hollywood descubriera el género de filmes centrados en la música.
Con el rock y Elvis Presley se movieron las presentaciones musicales dentro de una historia lejos del show de revista, liberando una estructura y, como dirían muchos críticos cinematográficos, "una nueva gramática”, la cual veríamos evolucionar a través de los mockumentales de los Beatles, sin manifestarse efectivamente como un género real hasta el retrató de Bob Dylan, Don't Look Back. Al evitar cualquier intento de simular una actuación o presentar una narración, D.A Pennebaker hizo que el documental pariera una nueva especie: el rockumental.
Con esa nueva especie surgió un suministro ilimitado de personajes hiperbólicos, situaciones extrañas e imágenes en vivo, el mundo del rock (y de la música en general) es un regalo para el realizador de documentales, porque no se trata de una tonta canción o un grupo en ascenso perdido en sus propias frustraciones, sino de una historia que rompe las capas entre los sonidos, su creación y la cámara.
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