Arcade Fire is playing in my house


Cuando un concierto inicia con Terry Gilliam divertido aprendiendo acrónimos de la virtualidad y con una broma a su propia historia, que muestra que muchas cosas pueden salir mal cuando él las toca (por eso el control que manejaban los róbots no funcionaban 25 segundos antes de empezar), la expectación sube.

Tal vez fue más lo ofrecido que lo presentado, pero eso no fue culpa de Arcade Fire, ellos dieron un concierto extraordinariamente emotivo aún en medio de las imágenes en pixel barrido, los cambios de cámara para experimentar que te llevaban al buffer y algunos mensajitos que decían “Error, Try Again Later” cuando estabas en medio de una de las mejores canciones.

Aún con esos problemas en la transmisión, el experimento fue sumamente interesante, la música retumbó en los oídos como debía hacerlo (al principio se escuchaba del carajo, pero mejoró al vuelo) y pudimos ver dos formas de arte al mismo tiempo, porque mientras la música y la energía de Arcade Fire se derramaba por la pantalla de la computadora, vimos el imaginario de Terry Guilliam con múltiples imágenes superponiéndose como un tapiz sin fin extremadamente surrealista.

Más que hacer otra crónica desde ésta flexible burbuja, dejo que las imágenes hablen.


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