"Ahora, si estás reproduciendo una película en un teléfono, nunca en un billón de años experimentaras la película", dijo hace unos años David Lynch, una declaración que incluso se convirtió en una burla de Apple para promover el iPhone. Y esa es la verdad, la experiencia del esfuerzo visual de ojo apretado es realmente una injusticia total a la cantidad de trabajo realizado en la cinematografía, ver películas en un artilugio diminuto es la peor experiencia de cualquier forma posible... y estaba firme sobre esa idea hasta que unos vientos de 70 kilómetros por hora azotaron la ciudad, barrieron con árboles y cables de alta tensión, dejandome durante día y medio (además de algunas intermitencias) en el oscurantismo.
Empecé a echar mano de la creatividad para entretenerme sin llegar a las formas de diversión de otros tiempos, intenté evitar a toda costa que la ausencia de la electricidad se convierta en cacería de brujas, linchamientos, un revival de la inquisición o una revolución social espontánea. Me descubrí revisando todas las fuentes de energía que pudiera trasladar a otro lado, encontré suficiente carga en las pilas de la cámara digital para utilizarlas en el walkman (¡todavía tengo uno!), sintonicé las noticias para confirmar que iba para largo rato la ausencia de luz, me di cuenta que 45 minutos de carga en la laptop no sirven de mucho si no tienes acceso al exterior y hasta pensé en plantarme todo el día en un restaurante cercano para estar en contacto con el mundo donde la electricidad sigue circulando.
Después de algunos juegos de solitario en la Palm, el sentido común y la flojera de atravesar caóticas calles sin semáforos me hicieron desistir, tomé el libro y lo disfruté mientras la luz seguía brillando, escuché música con atención, fui al cine para matar dos horas y al cavernicola que se estaba gestando a mi lado, cuando me aplastó la oscuridad busqué las antorchas del caos que anunciaran la actividad de alguien que enloqueció por culpa de las mínimas cuadrillas de trabajo de la CFE, pero no vi estallidos de nada y terminé bajo el resplandor de una vela, cruzando los ojos sobre la minúscula pantalla del iPod preguntándome cuál sería el marcador de los partidos de fútbol americano.
Vi a Trent Reznor muy cerca, casi rozando mis dedos, moviéndose al ritmo de Closer, pensé en David Lynch y en el hecho de que algunas películas dependen menos de la escala de la imagen y un espacio de proyección aislado que otros, que en algunos casos tienes que concentrarte para seguir la historia, para entrar en el estado de ánimo de la película o la atmósfera, de suspender tus preocupaciones normales sin pensar entre escena y escena que necesitas cortarte las uñas.
Irónicamente, escondido en el despotricar de Lynch está la respuesta tácita a su propio reto. Twin Peaks es un clásico de cine negro estilizado y adaptado a los parámetros de la televisión y el lapsus interruptus semanal. Lynch rompió el molde al adoptar un clásico de la tradición narrativa cinematográfica y al mismo tiempo empleó el género cambiante.
Así como Lynch transformó la telenovela de la noche en algo indescriptible, hay cineastas que en la actualidad intentan adaptar géneros e historias al mundo de la pantalla del móvil. La película finalmente culmina en un formato móvil para intensificar la continuidad (o la ausencia de luz), se detiene un segundo por las limitaciones del espacio, pero continúa con recortes de edición rápida y cada vez más estrictos primeros planos para superar los términos de capacidad de visualización limitada.
Al darte cuenta que no logras pasar más allá de tres canciones haciendo bizcos, entiendes el medio, entiendes que el cine portable ya no se tratará de largometrajes, será de cortos aún menores a los pautados por la televisión episódica. Representan un nuevo capítulo en la historia del cine y la televisión, donde la narración podría ser de segmentos con un mínimo de tiempo, algo que Nokia y el festival de Sundance ya probaron en el Global Short Film Project.
Podría quedarme con lo que dijo Lynch, "es una tristeza” cuando ves una película a la mínima escala, “crees que tienes la experiencia, pero te engañas” (aunque en un caso de extremo aburrimiento el engaño es una bendición), podría lamentarme por ver imágenes de alta definición en una pantalla que sólo te muestra las probabilidades, sin embargo al instante recuerdo cuanto he disfrutado la inconstancia fragmentada de Svengali, la serie portable sobre Dixie y la industria de la música británica que explota esa historia rápida de primeros planos.
Así que, en lugar de lamentar la manera en que la pequeña pantalla del iPod, PSP y teléfono muestran una película, arrebatando la escala e impacto de los últimos 120 años de historia del cine, voy a dejar de lado el argumento de Lynch y buscar a los nuevos cineastas, los que crearán las micro seminales películas del siglo 21.
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