Yendo al cine sola

Diversos proyectos, entre ellos ir al cine en acto solista para alcanzar el sueño repleto de imágenes cinematográficas, ya concebidas o para dar pie a nuevos géneros. La luz es la principal protagonista, llevando las posibilidades del rojo a un superlativo, mezclando emociones a través de diversas técnicas, con una fuerte utilización de bucles, encerrones y repeticiones para alejarse por completo y realizar un ejercicio introspectivo colgada de la sonrisa invertida en el cielo.

Cada respiración es el tema de una película imaginaria, o el tema imaginario de una película real, pero no propiamente en el sentido de un soundtrack, sino de un score en el que la música es un incidente mientras las acciones ocurren.

Mientras el estruendoso silencio transcurre también parten películas específicas sin género; thrillers inexistentes, ciencia-ficción inscrita en el presente/pasado, consejos de road movie, superproducciones épicas ubicadas en locaciones dentro del territorio sensorial y evocaciones al estilo soft-porno italiano no apta para los rincones del cine popular.

Yendo al cine sola, no necesito de un contexto a la altura de un cinéfilo para disfrutar de principio a fin, tan sólo bastan un par de oídos y la imaginación suficiente para colocar los escenarios y los actores sugeridos a través de la nada, y si aún así no surgen imágenes no es una falla del recuerdo, sino de quien lo piensa tratando de comprender cada imagen auditiva.

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