Ladrones de Frecuencias

Entre 1964 y 1967 las aguas internacionales alrededor del Reino Unido fueron propiedad de los ladrones de frecuencias. Los sonidos de las estaciones de radio piratas llegaban por oleadas desde barcos con antenas en forma de mástil, retaban al gobierno y los sonidos rígidos, cargados de jazz y poco ambiciosos de la BBC. Era la “radio libre”, la que brindó locutores portadores de mensajes llenos de sarcasmo (entre ellos John Peel) y la que permitió que la música popular creciera hasta convertirse en el movimiento cultural de grandes proporciones y alcances que es hoy.


Los barcos piratas marcaron una pauta salvajemente significativa, que llegó a su fin en el verano de 1967, cuando fue aprobada una nueva ley contra sus transmisiones. Los canales, que habían surgido a lo largo de la costa con gran éxito, llegaron a su fin y, aunque la música continuó, el 14 de agosto se vieron obligados a apagar sus transmisores uno detrás de otro a lo largo del día, excepto Radio Caroline, que tercamente continuó viva a pesar de las restricciones y sobrevivió a varias metamorfosis en el mar hasta los 90s.

Esa es la historia que debería convertirse en un documental (irónicamente) de la BBC, pero por el momento es un cliché de sexo, drogas y rock and roll titulado The Boat That Rocked, una película que es sumamente graciosa, hace varios tributos a la música (como la portada del Electric Ladyland de Jimmi Hendrix, recreaciones de A Hard Day’s Night y otras que todavía no logro ubicar), pero pierde la oportunidad del verdadero drama en múltiples horas náuticas.

Radio Rock, la estación ficticia que rinde tributo a Radio Caroline, transmite desde el Mar del Norte, reúne a locutores transgresores y lo más vanguardista y extraño en música, es una estación popular y toda una forma de vida para DJs y audiencia, sin embargo no es históricamente exacta… en realidad no pretende serlo y sólo pretende reflejar un fragmento de una era donde la BBC monopolizaba y literalmente expulsaba las mejores propuestas hacia el mar.

Es una comedia musical con tesoros de los 60s (Beach Boys, Hendrix, Kinks, Small Faces, Rolling Stones), inexacta pero mágicamente contribuye con el espíritu creativo que sigue rodando sobre esos clichés y que no termina de revolucionar culturalmente, razón de sobra para incluirla en la lista de películas sobre/relacionadas con la música.


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