Dos que tres respuestas y dos que tres caídas

Acabó la temporada… quien diría que los domingos son tan aburridos, sobre todo después de una sobredosis de tocho… empiezo la desintoxicación con dos películas excesivamente recomendadas: Slumdog Millonaire y The Wrestler.

Con Danny Boyle tengo una relación, que obviamente él desconoce, desde Shallow Grave, una película que vi por culpa de un cambio de funciones en un cine club universitario y que se encadenó con la mayoría de lo que ha hecho el director a lo largo de los últimos 14 años. Aunque no me gustan todas sus películas, sobre todo The Beach y A Life Less Ordinary (aunque si salí cantando Beyond The Sea), si me agrada su diversidad entre junkies (Trainspotting), zombies (28 Days Later), ciencia ficción (Sunshine) y ahora las chabolas de la India, la crudeza marcada con ironías, las trampas para turistas, los saltos entre las respuestas correctas y los recuerdos de una vida difícil.

Slumdog Millonaire y la historia de Jamal tienen un aire optimista, sumamente colorido, que por momentos te hace olvidar que estas viendo matanzas, crimen organizado, pobreza, estancamiento entre castas, brutalidad policiaca y una colección de sufrimientos que incluso desaparecen (un poco, sólo un poco) en el baile estilo Bollywood del final, pero ya no digo más, no quiero arruinarles la película.

La otra película parece salirse del estándar de lo que me gusta, pero la verdad es que The Wrestler encaja perfectamente en el acto de olvidar el tocho y llenar las horas con muchas otras cosas. La neta no me gustan las luchas, pero si las películas de Darren Aronofosky (Pi, Requiem For a Dream, The Fountain) y Mickey Rourke, que cambió mi visión del contenido de un refrigerador hace muchos años (9½ Weeks), reafirmó mi obsesión con Henry Chinaski (Barfly) y hasta me agradó como cocinero de anfetaminas (Spun), obviamente en The Wrestler ya no es el tipo de sumo erotismo, pero que bien se ve como un cliché de los 80s con su traje de luces spandex, la mata oxigenada y la música de Ratt y Quiet Riot de fondo.

Lo genial de The Wrestler es que establece la línea entre lo falso y lo real, donde las luchas claramente son montadas en el vestidor, pero no se puede ser muy falso con el impacto de un tipo que pesa 120 kilos… tampoco es gelatina de frambuesa la sangre que corre por la frente… en el caso de Randy “The Ram” Robinson esa línea es sumamente delgada. Cuando está en el ring, eso es real, lo irreal es intentar tener una vida normal después de tanto golpe.

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