Es un filme de historia oral donde la actitud detrás de cada canción y cada hecho en la trayectoria de la agrupación son más importantes que los elementos sonoros. Como explica Joe Strummer, The Clash: Westway to the World es sobre la importancia de mantener la “mezcla química” que había entre ellos sin importar que se necesitara, sin embargo el documental también deja ver que esa combinación de furia, ironía, curiosidad y humor no volvería ni después de muchos años.
La película es una mirada cronológica a esa historia de choque, desde sus orígenes hasta la salida de Mick Jones en 1983, es la revisión interna de los momentos más importantes para ellos, que no son siempre los que el público comparte. Westway to the World sigue un camino lógico a través de los eventos que llevaron a la formación de The Clash y la fragmentación de su alineación original, mientras aprendemos claramente cómo llegó a ser, también nos encaminamos a su eventual disolución, sin necesidad de abordar las siguientes encarnaciones o imitaciones que tuvieron vida después de 1983, esa no es la historia que interesa al director Don Letts.
Mick Jones, Paul Simonon, Topper Headon y Joe Strummer son revelados sin interactuar, pero cada fragmento de entrevista nos lleva a otro integrante o a la combinación de fotos, canciones e instantes en vivo que son aclarados en el exterior de la banda con las declaraciones del periodista Tony Parsons, la fotógrafa Pennie Smith, el baterista original Terry Chimes y el productor Bill Price, todos en conjunto explican paso a paso la evolución de The Clash, una historia común que Don Letts logra transformar en el relato lleno de verdades y la manera en que el grupo afectó a tantas personas incluso fuera de la escena del punk.
Las entrevistas son la verdadera atracción de Westway to the World, escuchamos a cada integrante por igual y con diferentes matices, sin embargo los que proporcionan mayores datos para comprender a The Clash son Simonon y Strummer, quienes agregan un contexto a las anécdotas, permiten comprender el compromiso y proporcionan una presencia ingeniosa y provocativa de la historia. Lo interesante es que en ningún momento el documental se convierte en una serie de acusaciones, más bien aparece el respeto que tienen el uno al otro, inclinándose hacia la implacable realidad en la que cada uno acepta la culpa de sus muchos fracasos personales, debilidades y errores inducidos por las drogas.
La memoria de The Clash habla, se percibe la emoción en la voz de Strummer cuando describe la desaparición del grupo, se sienten las humildes disculpas de Headon a la banda para su uso de heroína, por su parte Simonon nos deja ver que bajo la frialdad tiene un encanto difícil de igualar y Jones claramente muestra su obsesión con la música, algo que mantuvo a la banda un paso adelante al incorporar reggae y hip-hop en los momentos adecuados. Tal vez el único punto débil de ésta historia es la falta de contextos, todo ocurre al interior y solo hay atisbos fugaces del mundo exterior durante el periodo de 1977 a 1983.
Aún con la falta de momentos musicales, el The Clash que vemos en Westway To The World no pierde la esencia de la zona de la que tomaron gran parte de su inspiración para fusionar reggae, ska y rockabilly en una diatriba multicultural contra la pobreza y la discriminación. Lo que si obtenemos, y en grandes cantidades, es a The Clash desarrollado el ritmo, adoptando diferentes estilos de música, cubriendo grandes escenarios, lanzando un material doble y otro triple, tocando durante 17 noches seguidas en Nueva York y finalmente presentándose en el Shea Stadium antes de la implosión, todo explicado desde cuatro diferentes visiones de una misma historia.
Level 11 por Karina Cabrera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-No Derivadas 3.0 Unported.
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