Everybody Loves Our Town

En cierto momento de los 90 Seattle parecía el epicentro de todo lo más o menos interesante en la música, la moda, la comida, ustedes nombren algo, seguramente existió más de un pretexto para mencionar la ciudad.

Mediáticamente parecía el lugar donde el cansado rock de los 80 había encontrado una fuga y renovación, recuperando su energía en ese frío lugar al este de Estados Unidos, el constante bombardeo hacía pensar en algo nuevo, pero como demuestra el autor en ésta historia oral del grunge, todo el movimiento se venía gestando desde una década antes, con múltiples facetas antes de poder llegar a la frase del productor Jack Endino: "The circus left town, and the town had a grunge hangover".

Incluso Everybody Loves Our Town inició antes que el libro con un artículo en la revista Blender y la historia oral del sello Sub Pop, que poco tiempo después propició el viaje del periodista Mark Yarm a través de múltiples declaraciones que te llevan de la mano a los puntos más importantes de la escena, pasando por la gestación de la misma, el contexto en el que crecieron, la llegada de muchos artistas y músicos a la ciudad mucho antes del boom, la mezcla de sonidos, la colaboración masiva que en el documental Hype! aparece como un enredado árbol genealógico y las historias sobre abandono personal en drogas y alcohol que posteriormente tuvieron un impacto en el grunge.



Aunque la historia oral a veces sale de los límites de Seattle, son las voces locales las que dan forma a éste libro, son los recuerdos de músicos, representantes, periodistas, fotógrafos, dueños de bares y sellos independientes los que recrean cada punto a lo largo de más de 15 años. Everybody Loves Our Town verdaderamente no deja nada fuera, explica cada punto para entender de donde salió el sonido característico, señalando ensayos, encuentros entre adolescentes y la entrada y salida de ideas en muchos sótanos alrededor de la ciudad.

Lo interesante del libro es la estructura, en vez de asentar todo en una serie de capítulos, deja que fluya la conversación, nos lleva por una serie de anécdotas complementadas e interrumpidas por los recuerdos de otros, como una charla muy larga en una madrugada tan corta como la fugaz fama de quienes vieron pasar el grunge.

De esa manera unos explican de donde vino el vestuario, cuáles fueron las primeras grabaciones, como fue creciendo la ola, en que instante se dieron cuenta que la ciudad tenía demasiados nuevos habitantes y como en cierto momento los sueños de grunge se convirtieron en deudas por discos aún no grabados.

También nos deja ver como marca la muerte al grunge, no sólo menciona a Andrew Wood, Kurt Cobain y Layne Staley y nos lleva por cada recuerdo e incidente hasta sus decesos, muestra lo que le pasa a una escena enormemente comercializada, cuando las grandes empresas compran todo lo que hay dentro y los miembros de la escena se tragan la idea de fama, cuando la música se corrompe, los amigos se hacen populares y olvidan de dónde vienen.

Si, Everybody Loves Our Town tiene demasiados puntos amargos entre la heroína que se lleva a muchas personas, la música que deja de ser divertida y se convierte en un compromiso con muy pocas regalías, las largas giras para pagar deudas, los advenedizos del sonido respaldados por una disquera y la idea de ver a muchos subiendo mientras los que tenían tanto futuro siguen en el mismo lugar. Esa historia la hemos escuchado múltiples veces, pero cuando la expones como los recuerdos de muchos la percepción cambia, incluso te hace pensar mucho en Seattle y tu camisa de franela demasiados años después.

Lee un fragmento de Everybody Loves Our Town

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