Desperté en el rincón del nunca olvido, zurciendo el camino por el lugar donde se rompió. Se me acabó el año, más no el tiempo.
De ese preservo barricas llenas de minutos, añejados en roble para cubrir futuros agujeros negros y escurrir segundos sobre personas que comen arena.
Arrastro el tiempo bajo mis dedos, mientras restablezco el balance al trote bajo los gigantes verdes.
Escucho el paso de la gravilla que impregna de polvo rojo mis caminos. Sus pasos ya son silenciosos, sólo son tiempo quemándose bajo el recuerdo olvidado, apresurado en un sorbo con gusto a tierra y la idea general donde uno escoge las palabras.
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Imaginario
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