Hizo autostop a Nueva York (o tal vez no, su biografía está llena de anécdotas románticas, como la que él creció en Gallup, Nuevo México). En Greenwich Village, se encontró con la escena folk y la escena también lo encontró a él. Cantó canciones de Woody Guthrie, Pete Seeger y otros, y luego fue a escribir su propias composiciones. Él llamó la atención de Joan Baez, fue su mentora y lo promovió. Un año después, ya era Dylan.
Seis años. Sólo le tomó seis años para pasar de profeta a paria. Donde una vez que fue adoptado como la voz de una generación, no tardaría en ser marcado como un hereje musical. Durante su ascenso, fue el sabio de las canciones de protesta que canalizaban el clasicismo de la música de raíces rurales a un llamado poético a las armas. Antes de caer en el fuego de su creciente fama, redefinió el rol del cantante, el compositor, el músico y la musa, todo en una explosión increíble de creatividad desbordante. Sin embargo cometió un error incalculable. Creyó que sus fanáticos lo seguirían hacia donde sus sueños artísticos lo encaminaran.
La película comienza desde la infancia de Robert Allen Zimmerman y concluye con la figura de Bob Dylan en 1966, con el accidente de motocicleta que lo alejó de los escenarios durante ocho años. Martin Scorsese nos lleva a la historia de Bob Dylan directo a la fuente, el cantante elige ser directo por una vez, evitando los enredos mentales y los juegos de palabras que los entrevistadores sufrieron durante cinco décadas, trazando sus raíces y su impacto en sus primeros 25 años de vida (1941-66).
Vemos como se rompen algunos mitos inventados por él mismo y vamos hasta el frío Hibbing, Minnesota, donde fue criado, conocemos el primer disco que alguna vez escuchó con la canción Drifting Too Far from the Shore de Monroe Brothers. En el camino hacia Nueva York y hacia la creación de Bob Dylan, vemos su enamoramiento con Woody Guthrie y sus primeros intentos por imitarlo hasta que encontró su propio estilo; atestiguamos su paso por diversos cafés, durmiendo en colchones y pisos, robando colecciones de discos y libros para aprender canciones y nuevas filosofías, pero también pasamos por sus primeros éxitos Blowin' in the Wind y The Times They Are A-Changing antes de que sus alienados fans lo rechazarán al volverse eléctrico.
El personaje engreído en el documental Don't Look Back se desdibuja, Scorsese observa con profundidad y nos lleva a las incontables conferencias de prensa donde una y otra vez se le asigna el papel de líder de su generación y es asaltado con preguntas estúpidas sobre el significado de sus canciones, su papel, el mensaje y la filosofía. Un fotógrafo le pide que pose chupando la patilla de sus lentes oscuros y Dylan se los ofrece para que el fotógrafo los chupe en su lugar, también se le pide el número de cantantes de protesta que él cree que hay. “Hay 136”.
Surgen las opiniones personales, Joan Baez explica que a pesar del contenido de sus canciones, Dylan nunca estuvo en las protestas; escuchamos la historia de Pete Seeger en el Festival de Newport disgustado por el hecho de que la distorsión del Dylan eléctrico eran tan grande que no se entendían las palabras y que si hubiera tenido un hacha, habría cortado el cable que había separado al cantante de lo acústico y la importancia de las palabras. Sin embargo el poeta de la generación anterior, Allen Ginsberg, generosamente recuerda que la primera vez que escuchó Hard Rain lloró, “parecía que la antorcha había pasado (de los Beats) a una nueva generación”.
Lo que deseaban lo encontraron en él, pero el compositor tenía otras pasiones, tal vez por esa razón la segunda parte de No Direction Home inicia con Bob Dylan afuera de una tienda que vende cigarrillos y ofrece el cuidado de mascotas; es sumamente divertido escuchar los juegos de palabras que logra al combinar cada fragmento de los dos anuncios, pervierte las palabras dándonos una señal de almacenamiento, esa imagen es sólo una idea de la forma en que Bob Dylan puede hacer bailar las palabras.
A partir de ese punto, en el que las palabras danzan en su mente y las exigencias del público y la prensa de que debe colocarse como líder moral de un movimiento, no perdemos el tiempo enfocándonos en una sola perspectiva. Al contrario, Scorsese escarba más profundo, explorando y comprendiendo en parte la electricidad que lo rodeaba incluso cuando era acústico y lo hace sin grandes recursos cinematográficos, deja que las imágenes de archivo en nostálgico blanco y negro —donadas por D.A. Pennebaker, Murray Lerner, y otros— y que la entrevista conducida por el manager de Dylan, Jeff Rosen, brinden un acercamiento sin el análisis mortal de lo que todos pensamos, pero que realmente desconocemos.
En tres horas y media surge una colección de actuaciones en vivo del Dylan folk y eléctrico, la escena folk de Nueva York que lo vio surgir y el contexto de la época, y aunque Scorsese no realizó la mayoría de las entrevistas, es él quien ensambla la visión y hace que la historia se desenvuelva como si tuviera el poder de la ficción.
Las bromas aparecen mientras avanza la historia y nos acercamos a los incidentes de abucheos, gritos de “¡Judas!” y gente inconforme que corea Like A Rolling Stone y en cuanto termina vuelve a abuchearlo, no es necesario que Dylan diga algo al respecto para que nos riamos de la absurda situación; pero en otro momento mientras se niega a seguirle el juego a la voluble audiencia bromea diciendo "es difícil afinar cuando te abuchean”, “no es curioso, ¿cómo siguen comprando boletos?” o "no me importa que me disparen, sólo quiero que no me digan que van a hacerlo”. Al final sólo hay una forma de no escuchar a la gente y se la dice a su grupo (The Band) en el último concierto que dio antes del accidente: "¡Toquen jodidamente fuerte!.
El hombre sin dirección fomenta esa idea, sólo habla de su padre porque él compró la casa donde encontró su primera guitarra, no habla de nadie de su familia o de las personas cercanas a él, pero sabe que sus canciones provocaron un cambio y lo trascendieron. No Direction Home borra cualquier cosa que sentías antes por Bob Dylan y te deja el sabor de la empatía.
Seguramente es el proyecto que debería mostrarte al Dylan real, pero no emerge. Si algo prueba No Direction Home es que el Dylan real probablemente nunca emergerá, o tal vez, nunca existió. Como le demostró a la multitud purista esa noche de verano de 1965, Dylan siempre sería un embustero. Nunca se debe subestimar o predecir - por lo menos mientras él no quiera ser conocido.
Level 11 por Karina Cabrera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-No Derivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en www.sonicarsenal.blogspot.com.
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