"Pensábamos de nosotros como un derivado sin talento,
especie de montañeses convertidos en una versión punk de The Who"
Michael Ivins
Con un estatus de banda de culto, un documental de bajo perfil del grupo Flaming Lips ciertamente suena como una filmación solo para fans. Y por momentos, el casi indulgente relato en The Fearless Freaks ciertamente te hace sentir así, sin embargo Bradley Beesley capturó los orígenes, el crecimiento del culto y la vida actual de sus integrantes de una forma que sin duda apela a los fans obsesivos, pero que también resulta memorable para aquellos que nunca han escuchado al mejor grupo que ha surgido de Oklahoma, que “difícilmente es la meca del rock extraño”.
En un periodo de más de 15 años Beesley logró un nivel de intimidad sin precedentes gracias a su larga amistad con los integrantes de la banda, a quienes conoció en 1991 cuando necesitaban alguien que dirigiera sus vídeos promocionales. A través de los años siguientes, los Flaming Lips le permitieron no solo documentar el desarrollo de su carrera musical -que creció del punk a la psicodelia y al pop orquestal- sino también la vida personal de sus integrantes Wayne Coyne, Steven Drodz y Michael Ivins en sus momentos más privados, incluyendo la muerte del padre de Coyne y la adicción a la heroína de Drodz.
Construida de 400 horas de imágenes, Th Fearless Freaks es una mezcla de películas caseras en Super-8, entrevistas llenas de candidez, extremadamente ruidosas actuaciones en vivo, videos musicales y fragmentos del surrealista filme de Wayne Coyne, Christmas on Mars, obteniendo una narrativa que trasciende el género de rockumental y sumergiéndose en una vibrante meditación sobre la transformación y el crecimiento personal.
Ahí es donde tiene éxito The Fearless Freaks. Beesley pudo haber hecho una película para fanáticos, una serie de imágenes exitosas y la historia de la banda para complacer a los más aferrados groupies del grupo, pero obtenemos mucho más. No solo descubrimos que significa Flaming Lips, sabes que se siente ser uno de ellos. Logras meterte en su vidas privada, pero no para conocer la ropa sucia, sino para comprender que estos personajes promedio tienen un gran toque artístico.
El director, otro nativo de Oklahoma, se acerca más de lo que esperábamos a los orígenes de Flaming Lips, no solo se acerca al entusiasta inicio, la carencia de talento y las poses como “la versión punk de The Who”, nos involucra en el equipo de fútbol formado en 1972 por el vocalista original de Flaming Lips, Mark Coyne. Es un largo recorrido en las raíces del Hazlo Tu Mismo en 22 años de historia, que Beesley recuenta con entrevistas excesivamente personales, la más impactante es cuando en un momento de extrema cordura el talentoso instrumentista Steven Drozd es mostrado preparándose una dosis de heroína, discutiendo abiertamente sobre su adicción.
Lo que realmente alimenta la película — además de la constante aparición de Wayne Coyne — es que Bradley Beesley muestra lo mejor y lo peor, las excentricidades y el paso de Flaming Lips del ruido estruendoso al ruido armonioso, la concepción de la música rara y ambiciosa que da cabida a experimentos como el concierto del estacionamiento donde utilizaron los reproductores de cassettes como instrumentos para que Wayne Coyne dirigiera una gran orquesta de ruido y el acto interactivo Boombox Project que derivó en el disco Zaireeka.
Además de seguir el sendero freak que a lo largo de 100 minutos se vuelve una forma de vida, nos adentramos en la dinámica de la familia Coyne y como se han involucrado en diversas creaciones del hermano menor Wayne, nos hundimos en los elementos absurdos, en la creación de sus discos más exitosos The Soft Bulletin y Yoshimi Battles the Pink Robots y en la evolución de su bizarra imaginería visual de burbujas gigantes, sangre falsa y botargas de animales de peluche, que Beesley logra sincronizar perfectamente con la increíble música de Flaming Lips.
El filme se beneficia de la inusual ausencia de límites. Durante 15 años la presencia de Beesley se convirtió en algo ordinario y hasta integral en Flaming Lips, y esa libertad es lo que vemos, nos alejamos de los clichés de las bandas de rock y nos adentramos en las experiencias de la vida real de un conjunto de inadaptados que siguen viviendo en el mismo barrio de Oklahoma con toda su disfunción y gloria.
La honestidad es lo que sobra, una rareza que no vemos comúnmente en los rockumentales, no solo te quedas con una opinión más elevada del grupo, no te queda duda de la veracidad del filme: los Flaming Lips son realmente temerarios (musicalmente o de cualquier forma en que se nos ocurra) e incuestionablemente raros (musicalmente o de cualquier forma en que se nos ocurra). El hecho de que la banda haya sobrevivido hasta convertirse en el orgullo de Oklahoma claramente involucra improbables cantidades de fé, tenacidad y ridícula buena suerte, elementos que el grupo suda en exceso
Level 11 por Karina Cabrera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-No Derivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en www.sonicarsenal.blogspot.com.
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