Iba caminando con un ritmo aleatorio lleno de punk e indie cuando inesperadamente el reproductor seleccionó algo que cambió mis pasos, fue como un click que jaló mis pensamientos, los convirtió en un lienzo en blanco, reventó la frágil burbuja e incluso coloreó el tezontle como un camino amarillo. Inmediatamente pregunté ¿hacia dónde queda Oz?, los sonidos eran demasiado estrambóticos para un simple paseo matutino.
La aparición del nuevo disco de los Flaming Lips en la caminata de la mañana cambió la perspectiva, más bien me regresó a dos visiones que había olvidado o que ya no disfrutaba de forma tan consciente. La primera surgió con un promocional de Rock 101, dónde hablaban del impacto de ciertos sonidos sobre algunas personas, recuerdo que mencionaban convulsiones provocadas por el característico sonido de los órganos en las iglesias, estados hipnóticos y de euforia con diferentes géneros de música y hasta instintos suicidas implantados por el ritmo de un bajo.
Aunque no recuerdo bien cual era el objetivo del promocional, después de escucharlo en la adolescencia presté más atención a toda la música que caía en mis manos, primero incorporando a mi familia a los altos decibeles de Pink Floyd y después con ayuda de unos audifonos, elemento que me obligaron a utilizar después de que descubrí el Kill 'em All de Metallica. Fue precisamente ese aislamiento obligado lo que me llevó a la siguiente idea, la de la burbuja.
No voy a ahondar en la idea de la burbuja, pero no puedo evitar recordar una que vi en un comercial que anunciaba no se que marca. Aparecía una chava caminando por las calles de Nueva York colgada a unos audífonos, ella ponía un soundtrack de diversos géneros que coincidían con el mudo caos a su alrededor. Después de varias pruebas de intensidad, gritos operísticos y sincronías bizarras, rotulaba el disco que había escuchado con el nombre de la calle que había transitado.
Esa convergencia de mundos aparentemente desiguales fue la que me atacó el día de ayer, una llamada a escena de la canción See The Leaves que detuvo un segundo a la gente a mi alrededor y la echó a andar de forma diferente, como si estuvieran metidas en otra historia que iba más allá del montón de caminatas contra reloj. Fue un soundrack accidental, que gracias a mi obsesiva mente tuve que repetir el día de hoy, ya con toda la consciencia del mundo.
La sesión embriónica con Flaming Lips no pudo empezar de mejor forma, conmigo abriendo mi pequeña puerta roja, echando a andar el cronómetro y la estridencia de sonidos primero en el lado derecho de Convinced of the Hex. La progresión de la batería hace que los pasos sean firmes y acelerados y apuntan hacia el gracioso caos que empiezo a ver.
If me hace ver el cielo cerrado y a la plaga de palomas con algo de indiferencia, pero el bajo inicial de Gemini Syringes le dan un nuevo aspecto al ejército de perros de huesos mal soldados rengueando precedidos por un líder de forma humana, una representación del hombre del costal versión coleccionista de latas de aluminio.
Silver Trembling Hands acarrea una extraña coreografía del equipo de limpieza, un frenético movimiento de escobas, polvo y basura que me invita a detenerme, pero el cronómetro sigue andando y me lleva hacia el otro lado de la pista, donde todo parece más aburrido, inmediatamente me doy la vuelta y sigo rondando el baile de los hombres de escobas.
Aparece Virgo Self-Esteem Broadcast, me arrastra a un estado contemplativo del cielo, aún nublado, pero que se sincroniza perfecto con el juego de voces y los repentinos escalofríos agudos.
Scorpio Sword se pone épica y adquiere otra dimensión cuando se mezcla con la cumbia que surge de la farmacia de similares, la estridencia, mezclada con armonías, la distorsión de la guitarra y el exceso de percusiones hacen más interesante al pequeño hombre moreno, paradito al lado de montones de cajas de zapatos... pero su mirada retadora me aleja de inmediato y me sumerge en el siguiente corte del ritmo aleatorio de Embryonic.
Evil, un dulce ritmo que hace más evidente la curiosidad de las personas atrás de mi, que se asoman sin discreción sobre mi hombro para ver el resultado de la báscula, que hoy funciona correctamente y da una altura de 1.70 cm, no los dos metros que midió la semana pasada.
Vuelvo lentamente a mi casa, abro la puerta roja y regresa el desfase sonoro, la paz del interior definitivamente contrasta con el caos que atrae Aquarius Sabotage. Miro el cronómetro, el tiempo se ha agotado... continuaré mañana con la caminata embriónica, en otra locación.
¿Para qué quieres meterte sustancias, si puedes alucinar con los Flaming Lips?
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