Diez grados hacia la derecha, una inclinación suficiente para pensar que el mundo está un poco torcido, tal vez trastocado, anormal… Será que todos caminan un poco extraño, demasiado erguidos sin esfuerzo hacia arriba, pero yo sigo esa inclinación que me dirige hacia la derecha, siempre a la derecha y luego hacia arriba, un breve quiebre de vértebras que inclina las ideas, carga la mirada en un zigzag, arrastra la pierna a la derecha y la obliga a dar una inevitable vuelta en U, un disimulado giro que hace dar la espalda, un impulso de huida roto por una nueva dosis de radiación X y 4 placas que revelan un nuevo impulso: voy hacia arriba sin quiebres… honestamente, no está nada mal volver a ser normal (es más, ya no pido ser extraordinaria, me sienta bien la normalidad).
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