Girl Power, emancipación en el graffiti


Girl Power, dos palabras que en tiempos de polarización acercan y alejan, pero el subtitulo del documental inmediatamente nos da la línea de lo que debemos esperar: “Un filme que solo podría haber sido hecho por un artista de graffiti”, y como lo confirma la escritora Utah casi al final, se trata de inclinar la conversación hacia la perspectiva de la creación: “No soy una mujer en el graffiti, soy una artista de graffiti”.

El mundo del graffiti siempre se ha tratado de desobedecer reglas y convenciones, a lo largo de cuatro décadas se ha transformado e incluso se ha masificado, seguramente en 30 años será un animal completamente diferente. La misión de 'Girl Power' no es introducirnos a la historia (aunque si incluye algunos fragmentos) o analizar la estética, es sobre la etiqueta “graffiti girl” y transformarla a través de las creadoras de 15 ciudades en “graffiti writer”.

La voz del underground encuentra eco en 'Girl Power', reproduce los valores de la forma de expresión, pero también es un documental que refleja a la sociedad y la manera en que se cuestiona la igualdad de oportunidades; va más allá al brindarnos una idea de las vidas no convencionales de las artistas más destacadas, rompe los estereotipos y desafía la estructura de la forma de arte en su conjunto, capturando un importante momento de emancipación en el graffiti como movimiento.

Si, es un documental que podría considerarse feminista, sin embargo no se queda en esa simple lectura, tiene un toque de adrenalina y nos muestra la vida problemática de las artistas de graffiti en general, que como comunidad global siguen provocando el entusiasmo por las calles, las noches y la ilegalidad a través de bombas y piezas.

'Girl Power', el filme autobiográfico de la artista checa Sany, expone como incluso en la contracultura la regla de “no se admiten mujeres” permanece y se le reta constantemente. En el documental, la artista reflexiona sobre los momentos decisivos de su carrera en el graffiti, uno de ellos definido por la frase “vuelve a la cocina”, que no solo marcó su historia como la única mujer activa en Praga, la impulsó para buscar a las mujeres que al igual que ella se dividen entre trabajos comunes y vidas en la ilegalidad, el peligro y una escena que sigue buscando espacios fuera de las galerías.

Le tomó a Sany y al director Jan Zajícek ocho años de sacrificios personales lograr una visión alternativa del graffiti, una que incluye a escritoras y fotógrafas. La doble vida en una subcultura normalmente dominada por hombres, se convierte en un modo de vida que sin importar el género se percibe como vandalismo más que arte o forma de expresión.

La película busca acercar al público en general a las creadoras, a su manera de ver el mundo y sus prioridades con testimonios y acciones absolutamente inspiradoras. A la historia de Sany se suman la leyenda Lady Pink y la fotógrafa Martha Cooper, asaltamos el concreto con las Puff Girls en Alemania, Okada en Moscù y Motel 7 en Cape Town, mostrando que el graffiti no tiene fronteras y por la cantidad de escritoras que se sumaron al proyecto, también descubrimos que ya tampoco se trata de géneros.


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