En el momento en que el rock llegó a nuestro país en la década de los 50, los músicos locales se vieron frustrados en su intento de crear algo original basado en ese mismo ritmo. La industria discográfica de esa época prácticamente obligaba a los grupos a grabar covers, sin embargo junto con el movimiento de 1968 nació un nuevo intento por llevar el rock en nuestro país hasta otro nivel. La diferencia de raíz fue el idioma, en un principio el rock era en español pero era una copia, el segundo paso fue en inglés y mostraba cierta originalidad.
“Los grupos mexicanos ya no estaban contentos con hacer refritos o fusiles, y después de 1968 empezaron a escribir composiciones originales, pero casi siempre en inglés. La influencia del rock extranjero sobre el idioma nativo culminaba así su ciclo”, así definió en cierto momento el escritor Eric Zolov en su libro Rebeldes Con Causa el cambio que sufrieron los grupos mexicanos al buscar un sello propio, que unos años antes había sido bloqueado y convertido en una copia chafa con letras tergiversadas y que sólo conservaba el espíritu de algunos acordes llegados de otro país.
Además del pretexto del origen, muchos grupos tenían la idea de que la única forma de salir de las fronteras de las pequeñas ciudades y del país era cantar en inglés, sólo así se podrían hacer entender de forma internacional. El primer movimiento por el cambio de idioma llegó a finales de los 70 como una estrategia de mercado, sin embargo el verdadero auge del español, ya como un idioma apto para el rock, llegó hasta mediados de los 80, cuando surgió un verdadero rock mexicano basado en un estilo algo austero pero comprometido con el idioma español, que permitía nuevos juegos de palabras y coros llenos de albures.
Bajo aquel logo y el slogan de “Rock En Tu Idioma”, el movimiento fue concebido hasta 1987, año en que BMG y el ejecutivo de la línea de rock de la disquera Heber Pompeyo, lanzaron la convocatoria para llevar a cabo el primer concurso nacional de rock en español. De ahí siguió casi una década en la que las compañías disqueras y los grupos mexicanos establecieron una relación bastante fructífera, pero las perspectivas hoy son bastante borrosas.
Las bandas nuevas ya entran al negocio con la perspectiva de que si antes era difícil, ahora es mucho más, de ahí es de donde salen los grupos llenos de recursos creativos que sustituyen los recursos económicos, los buenos grupos (sin importar que tan viejos o nuevos sean) buscan la forma de sacar su música.
En cierto momento en los 90 lo vimos con Molotov y la venta de su debut en el centro de Coyoacán al negarse a cambiar la portada, después vimos como Santa Sabina y La Barranca encontraron otras alternativas para lanzar nueva música sin tener que esperar a una disquera. Los primeros presentaron Mar Adentro en la Sangre con la ayuda del Gobierno del Distrito Federal, que a cambio del semi-financiamiento solicitó una serie de conciertos en el Zócalo capitalino y en la nueva ruta del autobús nocturno que corría a lo largo de Insurgentes.
La Barranca por su lado probó varias formas para hacer llegar su música a sus seguidores, primero pasó por varias disqueras independientes y finalmente eliminó todos los intermediarios. Con el disco Cielo Protector no sólo lograron establecer un lazo directo con sus fans, también demostraron que en México existen grandes posibilidades para el uso de Internet, siendo precursores de lo que hoy es una práctica bien establecida como herramienta promocional no sólo de los grupos, también de aquellas disqueras que solían decirnos “al artista no le gusta eso”.
En la búsqueda de nuevas formas de expresión las disqueras independientes se han fortalecido, pero las mejores muestras de la independencia provienen de las bandas más jóvenes, que no sólo comen DIY, también lo practican a diario. Sabemos que algo está sucediendo con la escena local, la actitud de las bandas y la apropiación de los espacios cuando surge algo como #OccupyOCESA, la protesta de Joe Volume para cerrar emporios y abrir espacios que incluyen sus tocadas callejeras con sombrero a ras de suelo para recaudar dinero; las presentaciones en el metro por parte de La Gusana Ciega, Enjambre, Le Barón, Hello Seahorse! y actualmente Tanke, además del reciente lanzamiento del disco Prosumer de Tripnotik, que no sólo aparece con un sello independiente y descarga gratuita, por el cierre de múltiples estaciones de radio ha invadido el sonido local de las estaciones del metro capitalinas, iniciando una nueva vía de exposición.
La autogestión combinada con los blogs, los sitios oficiales y la redes sociales actualmente son las que brindan una nueva forma de expansión a los grupos, que tal vez dentro de una disquera o con una estación de radio basada en la payola o un medio a la antigüita que espera boletines sería un poco más difícil de concretar. Esas formas de trabajo son las que están permitiendo que la escena independiente crezca y luzca su capacidad verdaderamente, no sólo las admiramos, las aplaudimos por darnos la razón de que algunos intermediarios no ayudan, al contrario, estorban.
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