17:00 horas – Desaparece el anuncio que impacientemente dice Off Air y es reemplazado por una imagen en blanco y negro con los rostros de los integrantes de The Dead Weather, corte directo a un escenario, más blanco y negro pero en alta definición, la señal de Ustream se empieza a trabar, Blue Blood Blues llega con un tartamudeo digital que decepciona, pero puedo sentir en la pasividad de mi sillón la energía de Alison Mosshart en el micrófono y la forma en que el resto de los instrumentos parecen agredir y transgredir la atmósfera que la rodea.
La presentación de Sea of Cowards ha comenzado, pero la decepción inicial desaparece, el streaming se estabiliza, ya no hay pausas tecnológicas y empieza a caerme el alud de canciones desde el cromo de mi computadora. Tal vez no estoy bailando entre el público y me falta la energía que desprende el concierto masivo, pero aún así muevo mi cabeza de lado a lado, la barbilla se contonea siguiendo la pequeña imagen que no me permite Full Screen, pero no importa porque durante 53 minutos logro desprenderme de mi individualidad y me uno a los miles de ojos que seguramente están apreciando lo mismo que yo, sienten el estado visceral blues-punk de The Dead Weather.
Sin encore y con sólo el aviso de Jack White de que tocarán Old Mary, la última canción del disco, se desprende el último residuo de energía, los veo contorsionarse en el escenario y finalmente unirse al centro para entrelazar sus manos y agradecer los aplausos reales y virtuales con una reverencia, desaparecen de mi pantalla y nuevamente veo el anuncio de que compre el nuevo disco, acepto la invitación con una sonrisa y, como muchos, comienzo el éxodo de salida, pero no es como en otras ocasiones, no salgo al tumulto y a la zona de souvenirs piratas, simplemente doy un click y ya estoy en otro mundo.
Otro texto sobre conciertos en burbujas.
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