Dicen que si tuviéramos a nuestro alcance un botón para disparar el centro de placer en nuestro cerebro lo apretaríamos sin parar hasta morir en euforia, que los humanos no tenemos límite para buscar esas emociones y que haríamos lo que fuera por mantenernos sobre esa ola de satisfacción.
El cine ya ha explotado esa perversa necesidad cientos de veces, sólo basta ver Strange Days, Until The End of The World y la serie de televisión Alice para la fijación con ese punto en el hipotálamo, sin embargo las representaciones visuales de lo que podría ser ya no son suficientes para la industria, necesitan ir un paso más allá para encontrar la vía rápida hacia ese botón de emociones.
En un momento en que David Lynch sigue quejándose amargamente por las películas vistas en pantallas diminutas, que la Academy of Motion Picture Arts and Sciences rastrea cuantos de sus nominados a los premios Oscar ya están en la red y que las cadenas de cine están a punto de boicotear el filme Alice in Wonderland de Tim Burton, debido a una disputa por el corto tiempo entre la exhibición y el lanzamiento del DVD (uno de los planes de Disney para ganarle a la piratería), queda claro que la industria cinematográfica busca urgentemente la forma de renovarse y parece que meterse en lo más hondo de nuestras emociones será su salvación.
Con el experimento neurocinema los productores y estudios intentarán satisfacernos. El objetivo de esta nueva técnica es detectar los elementos cinematográficos responsables de que disfrutemos una película y así lograr que sean más efectivos al llenar las expectativas del público. El experimento no se basa en nuestras reacciones lógicas, más bien apunta hacia la forma en que nuestro cerebro procesa las imágenes que vemos en la pantalla sin tomar en cuenta lo que hemos hemos aprendido al ser expuestos cientos de veces a ciertas imágenes y que a la larga se han convertido en el estándar para hacer una película.
La nueva práctica del neuromarketing — que utiliza la tecnología de la Resonancia Magnética para determinar preferencias y reacciones reales del cerebro — está siendo aplicada a la industria cinematográfica, aunque no a todos sus géneros, han decidido empezar con los filmes de horror para aplicar la técnica.
La compañía MindSign Neuromarketing es la encargada de aplicar la neurociencia a los filmes y, con ayuda del productor Peter Katz, ha llamado a éste híbrido de neuromarketing aplicado al cine (en lugar de comerciales y trailers de películas), neurocinema. Valiéndose de una resonancia magnética funcional y la película Pop Skull, han sido capaces de detectar la estimulación de la amígdala cerebral, región cerebral en donde se procesan nuestras emociones y que en su centro se encuentran los sentimientos de disgusto, enojo, lujuria y miedo — emociones presentes sin duda en un filme de horror.
A finales del año pasado terminaron su primera prueba, lograron disparar ese botón de emociones y obtuvieron resultados que podrían cambiar la forma en que son hechas las películas. No se ha revelado cuantos de los descubrimientos se empezarán a aplicar en los nuevos lanzamientos, pero sabemos que no se trata únicamente de la falta de apetito de la audiencia por ver una película en pantalla grande, también ha influido que Hollywood hoy en día se vale de cualquier herramienta para garantizar un éxito de taquilla y que han manipulado al público de forma espectacular durante años para vender cualquier tipo de productos de baja y malísima calidad.
Si el experimento de neurocinema da resultado, seguramente será más emocionante que ver una película en 3D, una pantalla IMAX o en el mejor complejo habilitado con sonido THX, aunque esperemos no tenga los resultados que predijo William Gibson en sus libros Neuromancer, Count Zero y Mona Lisa Overdrive. La promesa es que en un futuro no muy lejano nuestro gozo extremo no será simple hedonismo visual, podría ser la respuesta correcta para revivir a una industria que intenta mantenerse viva ante la ventana de exclusivas de Internet.
Publicado en Resonancia Magazine
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