- Éramos.... ¿periodistas?, ¿qué éramos Karina?...
- mmmhhh ¿escribanos del rock?...
El Bicho mira el fondo de su pequeña copa de vino tinto, obviamente no le gusta mi respuesta porque agrega ¿analistas de rock?, pero la verdad tampoco me agrada ese título nobiliario, tal vez porque en mi mente esas tres palabras se cruzan con los conceptos, las preguntas genéricas que escuché tantas veces y el recuerdo de esa escena de Almost Famous, cuando Wlliam Miller se roba la camiseta del conflicto cuando nadie lo ve, la mirada furtiva acompañada de una sonrisa de satisfacción. Todavía recuerdo la sonora carcajada que surgió en nuestra fila, éramos tres novatos y un añejo identificando la imagen de algunos rockcronistas de la vieja guardia (obviamente no todos)...
Nos reímos un rato de las respuestas que le dio Jay de la Cueva... perdón Brian Amadeus; de la repetición del “y qué opinas de México”, “qué opinas de las mexicanas”, “¿ya fueron a Teotihuacán?”, ¿que significa su nombre?”, el machote del analista de rock que tiene la capacidad de preguntar lo mismo una y otra vez para escribir exactamente lo mismo una y otra vez, ajustándose al boletín de prensa y confirmando el porqué las bandas detestan dar entrevistas (excepto cuando el periodista se deshace en halagos).
Al recuerdo de lo que a veces es el periodista de rock en México, se ligaron sus prácticas, con las petaquitas llenas de discos perforados, humedecidos de tantas Cocas de lata sustraidas en la conferencias de prensa (échele cuentas, de a tres latas por conferencia, ¿mucha sed amigo?); de press kits desaparecidos por entre la piernas (que fineza, ni sentí cuando me lo quitaron), de ávidos voladores de dulces miniatura que después llaman a la novia para decirle que le compraron unos chocolates; del escritor que pide el press kit de su amigo y el amigo que pide a su vez el material del otro escritor en la misma conferencia; de la playera payolera que sirve para reafirmar que se es bien fan del producto que presenta la disquera (¿de que otra forma obtienes más discos, pósters, camisetas y la taza conmemorativa?); la familia que aparece en todas las conferencias, presentaciones y fiestas con sus bolsitas para llevarse la comida; del personaje de tres metros (así lo veía yo) que nunca olvidaba que toda memorabilia tiene su precio en el Chopo y Balderas (razón por la que arrasaba con todo lo que encontraba en las conferencias); el artista del sinónimo y antónimo que vende y revende el mismo artículo a destajo, el fan de American Psycho que pasa tarjetas al por mayor entre las groupies con la promesa de meterlas a backstage...
¿Y entonces que éramos?, no lo sé, tal vez dos personajes con obsesión a The Smiths y el brit rock que vivían de alguna forma de la música, aunque no del aplauso... ni de los refrescos, ni los pendones, ni los discos, ni los boletos, ni los gafetes robados.
*** Por sugerencia de Chinos debo agregar a los groupies disfrazados de periodistas, que tienen su mayor momento de gloria cuando un músico recuerda su nombre y lo saluda en el antro.
0 comments:
Publicar un comentario