2:46

Escucho el ajetreo de un coche corriendo sobre el asfalto como si deseara encontrar un poste donde estrellarse, escucho el ruido del refrigerador, escucho un popurrí de pasos sobre el techo, la vecina de arriba nuevamente esta haciendo lujo de su torpeza. El aire quema al pasar, se detiene en el instante en que la nueva iluminación de la calle se va consumiendo luminaria por luminaria, titilan unos minutos y se vuelven a apagar, las persianas no son una barrera contra la única acción de las 2:46, la misma hora de los últimos días que hace presente el vacío del lado izquierdo.


Insomne, recorriendo frecuencias de noticias que van marcando los círculos negros bajo mis ojos, parpados hinchados, incapaces de abandonar la salmuera de la falta de sueño, insomne masticando el aire caliente de las frases no articuladas, de la imposibilidad de escucharse a uno mismo, en este punto hasta el refrigerador parece hacer mas ruido que el estallido interno.


Las frases salen por borbotones, se atropellan, pero sólo son gestos mudos cortados días antes por la imposibilidad de ser una estela plateada. Son muecas silenciosas que simulan sonrisas, sonrisas terribles, enlazo algunas palabras y creo algunos malabares de metáforas para no conjugar las ojeras, las 2:46, la luz que muere a través de la persiana y el rechinido de llantas, hago piruetas mentales para no llegar a la frase “Sonrío porque soy ingenua”.

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