Cualquier persona que tenga más de 40 discos en su colección (sin contar los cientos de canciones en su computadora y reproductor portátil) lo sabe y ha sentido la gloriosa sensación: el sonido te droga.
Como adicta a la música, que no soporta el silencio y busca constantemente el reproductor para obtener su dosis diaria, no pude resistir la idea proporcionada por I-Doser: un estado simulado de alteración de ánimo, euforia, adormecimiento y hasta alucinaciones. En pocas palabras, un estado alterado parecido al de una droga recreativa sin los efectos secundarios. La idea de darle un nuevo uso a mis audífonos me pareció excesivamente atractiva.
Anteriormente ya había comprobado que el ruido blanco y la estática de la televisión sin señal (como la del fondo de este blog) propician mayores niveles de concentración y uno que otro desvarío auditivo en la madrugada, pero nunca nadie me había ofrecido la posibilidad de agitar mis ondas cerebrales hasta meterlas en un estado de éxtasis por medio del ruido y pulsos binaurales.
Después de bajar el software de prueba gratuito, leer las preguntas frecuentes (que hablan maravillas sobre los lapsos de euforia inducidos) y verificar las contraindicaciones (que no decían en letra pequeña nada sobre daño cerebral, cocowash o falta de memoria inmediata), descubrí que tenía dos dosis gratuitas de 35 minutos de alcohol u OxyContin, que prometían de igual forma probable euforia, probables alucinaciones y probables aletargamientos.
Todo probable y nada seguro, todo dependía de mi disposición a sentir algo. Y en serio que estaba dispuesta a tomar lo que fuera: píldora azul, píldora roja, agujero de conejo, túnel del tiempo… lo que fuera estaba bueno para las 8 de la mañana del domingo.
Sin seguir las recomendaciones de cómo probar la dosis auditiva (recomendable hacerlo en la oscuridad), me dispuse a alcanzar ese prometido estado de cerebro ahogado en alcohol. Después de escuchar largo rato estática combinada con el paneo de un zumbido salido de alguna película de ciencia ficción, empecé a dudar de los efectos del I-Doser…
Me empecé a aburrir y comencé a pensar en las cosas que hacían falta en la despensa; conforme el zumbido aumentó de volumen y la estática desapareció, el contenido de las alacenas fue sustituido por un montón de ideas para escribir, cuentos que completar, comparaciones de mi faja ortopédica con la armadura de Cassiel en Faraway So Close (¿mmmhhh?) y algo que parecían ser cuerdas de guitarra siendo tensadas hasta reventar primero del lado derecho, después del lado izquierdo de mi cabeza.
Aunque en ningún momento apareció el fondo en fast forward o la sensación de slow motion (favor de no confundirlo con el “universo suspendido” de TV Azteca cuando utilizan sus cámaras phantom), sí alcancé un estado de relajación exquisito que se mezcló con una sed incontrolable y un montón de ideas que manosee durante muchos minutos y que olvidé en cuanto el ruido terminó… justamente como un día después de una borrachera extrema, pero sin cruda moral.
¿Funcionó? ahhh no sé, todavía me queda una dosis para llenar una unidad de mi exceso de tiempo muerto, todavía puedo descubrir e intentar sentir algo como lo que describe William Gibson en algunos de sus libros, al fin y al cabo el instructivo dice que se necesitan muchas pruebas para encontrar tu droga auditiva adecuada.
Se trata de prueba y error, tal vez sucede algo hasta que decides apostar por dosis virtuales de opio, LSD, XTC u otra cosa, un montón de posibilidades de viaje sensorial no incluidas en el software gratuito… sssss lástima, seguiré probando con el alcohol virtual y el OxyContin hasta que vea a los consabidos elefantes rosas o las hadas verdes que acompañan al ajenjo... hasta los pitufos que alguna vez vio un amigo son bien recibidos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comments:
Publicar un comentario