Las imágenes en su mayoría eran convencionales y pocas veces se salían del estándar, prácticamente tuvo que pasar casi una década para que el concepto gráfico fuera modificado y los diseñadores se arriesgaran más allá de lo que se les pedía.
Un álbum fue el verdadero parte aguas, antes de “Sgt. Pepper” el arte cubría todas las posibilidades del estándar impuesto por la industria y los propios diseñadores, una forma fácil y segura de hacer las cosas, que en esos años incluía muchos momentos psicodélicos y un extenso más de lo mismo. Pero Peter Blake agregó nuevos elementos a un arte que parecía estancado en sus propias ideas y le dio un nuevo e inesperado giro.
Haciendo un gran acercamiento a la zona de la creatividad, después del lanzamiento de “Sgt. Pepper” y siendo comparado con lo que había antes, las ideas ya no se pudieron contener, se dispararon y por consecuencia muchos dejaron de pensar en lo que era “aceptable”.
De repente el disco se convirtió en un lazo entre el grupo y sus seguidores, se volvió un objeto para analizar, descifrar, entender y, sobre todo, contemplar.
Después de Sgt. Pepper, los sellos y los mismos músicos fueron mucho más liberales al momento de crear la portada de un disco, inmediatamente se pensó en la comercialización, pero con objetivos demográficos y sociales específicos, los gráficos mejoraron y múltiples artistas reconocidos fueron comisionados a agregar su experiencia al medio. Pero por más liberales que se mostraran los sellos discográficos, todavía existían ciertos límites.
En el 67, el arte cambió. Por casi dos décadas, las compañías habían decidido el arte de todos los discos, por extensión habían controlado la imagen del artista, con el nuevo orden creativo parecía que el sello salía sobrando en esa nueva relación entre músico y diseñador.
Bajo esa nueva perspectiva, el diseño de arte de portada permitió a los músicos tener un mayor control sobre el contenido y les brindó una nueva forma de expresión que ligaba más a los músicos con sus creaciones.
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