El arte de portada fue uno de los grandes empujones que recibió la industria discográfica, brindó el gancho que algunos compradores necesitaban para tener el impulso de comprar un álbum y, a pesar del objetivo puramente comercial que delegaba la importancia de la música, la creación de Alex Steinweiss se convirtió en el empaque de producto más creativo que se haya hecho y en una forma de arte con una significativa importancia social.
Inicialmente las ilustraciones dibujadas por Alex Steinweiss tenían como primer impulso catalizar y representar la música que contenía un álbum, sus seguidores imitaron la idea y crearon portadas bajo los mismos estándares, eran llamativas pero totalmente inofensivas.
Sin embargo, esa forma de arte evolucionó en formato y sustancia gracias a las compañías discográficas, que llevaron los cambios sociales a la nueva forma visual.
Specialty Records, Blue Note y Motown, se inclinaron particularmente en promover los derechos civiles cuando Estados Unidos experimentaba cambios en las relaciones raciales, que habían permanecido casi intactas por años. Los tres sellos, sobre todo Specialty y Blue Note, se distinguieron por no esconder a sus artistas negros.
El resto de las compañías discográficas se esforzaban por esconder las caras al frente de las voces. Como acto racista o el reflejo de una sociedad, tener a un artista negro en la portada era un tema de controversia en esa época, pero hacerlo era un reflejo de lo que sucedía, era parte de ese rompecabezas que se estaba armando a gran escala en el área de los derechos civiles.
Blue Note obtuvo el reconocimiento por el diseñador Reed Miles, el primer artista gráfico que se interesó de lleno en los sentimientos y las intenciones de cada disco que el sello producía.
Esos actos de manifestación, junto con la calidad de sus artistasy el trabajo del fotógrafo Francis Wolff, fueron los que le dieron a Blue Note su gran reputación.
El sello logró una integración cohesiva y única, donde la grabación, la impresión y el arte del álbum se combinaron para presentar un producto insuperable. La idea era revolucionaria, sin embargo pocas compañías la imitaron, la mayoría se mantuvieron fieles a las ilustraciones que vagamente tenían relación con el disco y a las típicas fotografías del artista en diferentes poses en las mismas escenografías.
Aunque en los cincuentas y principios de los 60 los avances en la fotografía abrían todas las posibilidades y permitían reemplazar las portadas ilustradas, las escenas seguían siendo las mismas: la vida “típica” de esa época, que creaba la ilusión de un mundo perfecto.
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